[The Meeting of Extremes in Contemporary Philosophy]. Obra de Bernard Bosanquet (1848-1923), que representa con Bradley la corriente más característica del neoidealismo inglés. Publicada en Londres en 1921, tiene un particular interés por haber sido escrita en una época en la que llegaban a expresión definitiva los sistemas de pensadores tan dispares como Me Taggart, Alexander, Whitehead, Hoernlé, por lo que el mundo filosófico inglés andaba ocupado en discusiones y polémicas sobre los problemas fundamentales de la filosofía. Bosanquet intenta colocarse en un punto de vista superior y ver cómo las concepciones más opuestas han contribuido en realidad a una clarificación, tendiendo todas, cualquiera que fuese su punto de partida, hacia ciertos resultados unitarios. En el fondo, incluso la coincidencia de idealismo y realismo es una tesis del idealismo hegeliano. Para Bosanquet, idealismo y realismo son «banderías tradicionales», no términos precisos. Y de ahí que combata aquel idealismo que se opone al realismo, como a algo sustancialmente distinto; el neoidealismo italiano, Croce, Gen- tile, Nazzari, etc. Bosanquet sostiene que la tesis más fructífera de Hegel y del idealismo moderno en general, es la consideración del ser como un todo, de la inmanencia de toda forma particular en este todo: y le parece que el neoidealismo italiano disuelve esta inmanencia con la concepción historicista (concepción unilateral), para la cual la inmanencia de toda forma en el ser total queda dispersada en un proceso lineal sin fin.
Según Bosanquet, ésta es una visión limitada de la realidad, como es limitada la de los neorrealistas que quieren limitarla a nuestra experiencia de hombres despiertos, negando la realidad de los contenidos imaginativos, etc. Así neoidealismo y neorrealismo llegan a encontrarse, pero por defecto; sin embargo, se encuentran también en sentido positivo: el realista Alexander, admitiendo una mente colectiva, acepta en resumidas cuentas el espíritu universal de los neoidealistas. Este espíritu universal es la concepción dominante en el pensamiento de Bosanquet: para él, el individuo aislado no tiene sentido, existe tan sólo como momento de una realidad superior, total. El encuentro de teorías opuestas en los diversos filósofos contemporáneos resulta en realidad de la tentativa de Bosanquet de llevarlos a todos a su concepción preferida: a la forma de idealismo que él ha reconstruido de lo que Bradley había dejado en pie, como un hegelismo no dialéctico, como mera teoría de la inmanencia absoluta. Esto es especialmente evidente cuando Bosanquet quiere demostrar que realismo, pragmatismo e idealismo (es decir, Alexander, James y Bradley) se encuentran cuando conciben la experiencia como acto concreto de la conciencia, como emoción o impulso que afirma la existencia de un yo más elevado, universal, inmediatamente conexo con nuestro yo, es decir de la divinidad como realidad total del universo. Pero neoidealismo y neorrealismo, Croce, Gentile y Alexander, se encuentran también en otro punto, bien alejado, en cambio, de las ideas de Bosanquet; en la concepción del tiempo. Para ambas escuelas existe un progreso hacia el infinito, un devenir, que para Gentile es la realidad superior, ya que el espíritu es puro acto, mientras para Alexander (v. Espacio, tiempo y divinidad) está determinado por el impulso evolutivo, por la emergencia continua debida, al desarrollo del tiempo-espacio por efecto del poder creador del tiempo.
Esta doctrina se fusiona, en último análisis, con la exaltación del progreso típico del siglo XVIII. Contra tal concepción, Bosanquet objeta que implica dos ideas contradictorias: la idea de una unidad absoluta de lo real y la idea de un cambio real de éste. Ahora bien, si el universo como totalidad es verdaderamente único, no puede cambiar: hay tiempo en lo absoluto, pero lo absoluto no está en el tiempo. El error en que incurren neoidealismo y neorrealismo es el de ignorar que lo que cambia, precisamente porque cambia, es parte del todo y no el todo. Por otro lado, cambio y unidad coinciden, a menos de querer separarlos arbitrariamente. Así Bosanquet, sacando provecho de las críticas de Bradley, vuelve, en realidad, a una inmanencia completa, que él considera más cercana a Hegel.
M. M. Rossi