[Speculum principum]. Más que el espejo de príncipes que anuncia su título, es un verdadero tratado de materia política. Obra del autor catalán, escrito con ocasión del cumplimiento de un destierro impuesto por cierta intemperancia, va dedicado a Alfonso el Magnánimo y se le advierte preocupado por el vigor de las ordenaciones jurídicas.
El Speculum es, sobre todo, un tratado de Cortes, cuyo funcionamiento estudia. Atiende también a los problemas de hacienda y de procedimiento. Define las Cortes como «congregación popular reunida en un lugar determinado por llamamiento del príncipe o de quien tenga la potestad de hacerlo». Señala la exigencia de que el llamamiento de las representaciones de las ciudades, de la iglesia y de la nobleza, sea hecho en forma solemne. Nos da, además, una teorización de la Monarquía. El rey es un semidiós con poderes de tipo imperial, mas también con deberes: ha de ser liberal, ha de cuidar del bienestar público, ha de oír las quejas del pueblo, celebrar cortes, mantener la paz, impedir la opresión, etc.
La ley, elaborada por el monarca con el consejo de los próceres, no puede ser modificada y, cuando surge por pacto, es irrevocable. El pueblo conserva el derecho legislativo menor de la redacción de ordenanzas, y así los municipios poseen cierto «ius statua condendi». Mas, sobre todo, Belluga está obsesionado por el deseo de vigorizar la ley haciendo establecer el orden jurídico. La jurisdicción, los tribunales, el procedimiento, la equidad, el mero y mixto imperio, etc., todo esto ocupa densas páginas del Speculum. Tras la ley, y como amparándola, Belluga presenta los principios éticos. Sus contactos con la gente eclesiástica le hacen admitir corrientes güelfistas, sobre las que apoya abundantes elementos canónicos y curialistas.