[Avis d’une mere a son fils et á sa filie]. Tratado de moral de la marquesa de Lambert (Anne-Thérése de Marguenat de Courcelles, 1647-1733), publicado en París en 1728. La primera parte ya había sido publicada sin el consentimiento de la autora en 1726, bajo el título de Carta de una señora a su hijo sobre la verdadera gloria [Lettre d’una dame á son fils sur la vraie gloire]. Son dos breves manuales que deben guiar en su vida de sociedad a su hijo y a su hija respectivamente. Más lógico y ajustado es el primero, donde las normas de conducta se desprenden naturalmente de la finalidad que el joven se propone alcanzar en la vida: ha escogido la profesión de las armas y por lo tanto debe, sin falsa y perjudicial modestia, aspirar a la gloria que es premio al valor. Pero los derechos de la espada no eximen de ningún deber. Tiene que cumplir especialmente los deberes para con Dios; incluso los incrédulos deben someterse a la religión establecida, tanto más cuanto sin esto no es posible ser grato al rey. En cuanto a los deberes del hijo para con su madre, se abstendrá de mencionarlos: prefiere que su propio corazón sea el que se los imponga.
Recomienda el respeto hacia los superiores, haciendo, empero, distinción entre el respeto externo, debido al lugar que uno ocupa, y al respeto íntimo, debido a su valor personal. El culto a la Verdad debe conservarse incólume: no se puede decir siempre lo que se piensa, pero se debe de pensar siempre lo que se dice. Simplicidad, templanza, liberalidad, cortesía, todas éstas son dotes que deberá cultivar para conseguir el ideal de perfecta caballerosidad («honnéteté») que más que de la inteligencia viene del corazón. Y si sabe poner su felicidad bajo la égida de una conciencia pura, ésta no le fallará jamás. Rica en máximas nobles y de fina observación es también la parte que está destinada a la hija, pero le falta aquella claridad de visión respecto a los fines de una vida femenina que es lo que confiere una tan sólida cohesión a la pedagogía de Fénelon. La religión es reconocida como el centro de la vida moral, pero en realidad se nos presenta como un sostén o un remedio. La honestidad es considerada esencial en la mujer, pero se recomienda no hacérsela purgar al prójimo con la ausencia de todas las demás virtudes.
Contra el aburrimiento, patrimonio del mundo femenino, la autora aconseja dedicarse al estudio: las ciencias, la historia, la lengua francesa y latina, no la italiana, peligrosa por ser la lengua del amor. Aconseja la lectura de novelas y ni siquiera se siente inclinada en demasía a la poesía, pero reconoce que las prohibiciones ofenden la libertad y aumentan el deseo. Siguen otros muchos consejos para combatir el amor, considerado como una terrible desventura. Se trata, evidentemente, de la pasión pecaminosa; de los demás amores, la madre no hace ni la más mínima mención a su hija. La obra, escrita con finura y con gracia, a menudo finamente sentenciosa, es un interesante documento de las ideas pedagógicas y morales profesadas por la culta sociedad que se reunía en los salones de la autora.
E. C. Valla