Obra del poeta español José de Valdivielso (1560-1638), publicada en Toledo en 1612. No se ha vuelto a imprimir íntegramente, pero una selección fue publicada en 1880 en la «Colección de escritores castellanos» al cuidado del P. Miguel Mir, quien redactó para esta edición un elegante prólogo.
Más tarde, en 1940, se publicó en la colección «Poesía en la mano» una breve antología del Romancero espiritual, selección y prefacio de José María de Cossío. José de Valdivielso fue capellán de la capilla mozárabe de la catedral de su ciudad nativa, Toledo, y del ilustre cardenal de la misma ciudad don Bernardino de Sandoval y Rojas. Amigo de Cervantes, a quien el cardenal protegía, y del cual aprobó algunas obras, mantuvo cordial relación con Lope de Vega, a quien asistió en sus últimos instantes, después de haberlo favorecido en momentos escabrosos de su vida. Valdivielso en su Romancero sigue la corriente castellanista y purista de la poesía, que no se extinguió durante el siglo XVI, a pesar del triunfo arrollador de las fuerzas italianizantes. La mayor parte de las composiciones que forman el Romancero son letrillas, romances y las que él llama «ensaladillas», pequeñas poesías de tono popularizante en las que mezcla, con sus propios versos, canciones líricas populares, con tan viva gracia que hace resaltar estas últimas con maravillosa consonancia en el marco de sus propios versos.
Se sitúa, pues, en la corriente que había de hallar su máxima expresión en los versos difundidos por Lope de Vega en Pastores de Belén (v.). José de Valdivielso lleva al extremo esta tendencia, y los estribillos populares, sin cambiar palabra, sirven para las ocasiones sagradas más solemnes, insertas, como hemos dicho, en sus alegorías de carácter más popular y realista. Una unción, una devoción ingenua salvan estos pasajes, que inevitablemente tienen una inclinación irónica, por contraste entre los elementos poéticos de carácter rudísimo y la ocasión solemne o sacra; pero Valdivielso posee tan fino sentimiento de delicadeza, que su ingenuidad inspira respeto, y su fresco ímpetu, afectuosa veneración. Hay que tener en cuenta que casi todas las letrillas y los romances que introdujo en su Romancero lograron vida en la atmósfera del templo y entre el incienso de las solemnidades. Hoy, disecados sobre el papel, no son más que el grabado y estampa del cuadro original. Esta tendencia a las alegorías profanas, peligrosísima en espíritus menos sencillos, había de alcanzar en el siglo XVII una monstruosa floración y merecer la censura de los satíricos, con el gran Quevedo a la cabeza.
Pero estas censuras no tocan al arte de Valdivielso, obstinado con acierto en templar su ingenio y hacerlo jugar con las venerables estrofas populares, tradicionales hacía ya entonces centenares de años. Otro aspecto literario notable en este Romancero consiste en que, a pesar de su aparente ingenuidad y sencillez, es una de las fuentes del que había de ser después el estilo literario llamado «conceptista», tan típico del siglo XVII. La madurez de estos modos populares — en los que el ingenio tenía parte principal — y la tradición castellana que seguía en ciertos aspectos cultos la tendencia del Cancionero del Castillo (v. Cancioneros castellanos) dan lugar a cierta degeneración o, si se quiere, a cierta concentración de estas formas poéticas, que con un Alonso de Ledesma o un Alonso de Bonilla, epígonos en cierta manera de Valdivielso, y todos descendientes en un aspecto de Lope de Vega, serán como los prolegómenos del movimiento literario indicado. Pero quedará siempre evidente la clara y sencilla belleza de las poesías de Valdivielso, al par que su importancia en la evolución de ciertas formas poéticas que habían de llegar a ser importantísimas en el siglo XVII.
J. Mª de Cossio
Valdivielso era especialmente, aunque con un gusto dudoso, una fina sensibilidad más apta para hermanar sus sentimientos de devoción con la flauta y el tamboril de las «letras para cantar» populares e ingenuas, que para las complejidades de la orquesta de muchos instrumentos. (A. Valbuena Prat)