[La création]. En 1874, Réaume y Caussade editan en la casa Lemerre el tomo III de las Obras de Théodore Agrippa d’Aubigné (1552-1630). Se incluía en él un texto ignorado hasta entonces: La creación, vasto poema de 3.572 alejandrinos, repartidos en 15 cantos.
La creación fue concebida por su autor en Ginebra donde se encontraba exilado, siguiendo los consejos de su erudito amigo el pastor Simón Goulart, y de su hijo, el médico Nathan d’Aubigné. Este último le animó, no a que rivalizase con su antiguo compañero de luchas, Du Bartas, que en su Primera Semana (v. Semana) agrupa una serie de himnos que cantan la gloria del mundo, sino a componer un tratado útil sobre el universo. Al publicar su obra, Agrippa d’Aubigné aspiraba sobre todo a suministrar a sus lectores argumentos para que éstos pudiesen sostener controversias victoriosas con los ateos. Como calvinista recalcitrante, consideraba ilegítima la teología natural y no se proponía demostrar la existencia de Dios por las maravillas de la naturaleza, sino descubrir en todos los aspectos de ésta las señales de la sabiduría, poder y providencia divinas. De este modo, alude a innumerables artículos que se integran en el gran diccionario del cosmos; detalla las propiedades de las diferentes fuentes termales de Europa; reseña todas las especies de árboles repartidas entre los cinco continentes enunciando sus virtudes medicinales; se ocupa de los peces, se asombra de la inteligencia de los pájaros, alabando la armonía de sus cantos; analiza el cuerpo humano… Excelente cristiano, prescinde de toda mojigatería y aborda los temas más delicados sin que le embarace el pudor.
Por ejemplo, examina las diversas formas de acoplamiento sexual, encontrando incluso aquí pretextos para glorificar al Señor. Por otra parte, no es nada supersticioso. Reconoce la utilidad de la teología natural, estudia la influencia de los astros sobre el mundo sublunar (la Tierra), pero censura la audacia de la astrología judicial (o adivinatoria) que irrumpe soberbiamente en el dominio de los privilegios divinos. En resumen, escrita entre 1620 y 1630 por un septuagenario, La creación nos brinda el gran interés de informarnos sobre los métodos experimental, filosófico y apologético de los calvinistas de comienzos del siglo XVII. Por lo demás, la obra sólo posee muy escaso valor literario y poético. El autor, desconfiadamente y para no distraer a sus lectores de los graves temas que les plantea, se desentiende escrupulosamente de los ornamentos habituales a su lirismo impetuoso y barroco.