Entre las muchas obras de Focio (827-898), patriarca de Constantinopla, hay un notable epistolario, una colección de cerca de 300 cartas, importantes, sobre todo, porque nos permiten conocer mejor, con todos sus matices, el ingenio vario y multiforme del mayor personaje de la civilización bizantina.
Son múltiples los asuntos de las cartas, del mismo modo que son múltiples los aspectos del espíritu del autor. Además de las meras cartas de ocasión, de recomendación £ consolatorias, las hay que contienen enseñanzas de moral, muchas que tratan los más diversos problemas de doctrina y otras, en fin, que tratan problemas teológicos y eclesiásticos, cuyo contenido ha de ponerse en relación con las obras teológicas del autor, especialmente con las 300 cuestiones de la Anfiloquia. Estas últimas cartas sirven, más que las mismas obras teológicas, para ofrecer un cuadro vivo de las luchas y polémicas que agitaron en aquel tiempo a la Iglesia. En todas ellas se muestra Focio hombre de inmensa doctrina, de gran habilidad y conocimiento del mundo: un hombre verdaderamente superior.
Revelan sobre todo su ingenio, los billetitos de ocasión que, en su concisión y precisión, son verdaderas perlas de agudeza, de inteligencia y de gusto exquisito. Todos estos méritos hacen pensar en que el estilo debía estar a tono con los temas. Sin embargo, ni aun en sus cartas llega Focio a despojarse de la forma netamente bizantina, artificiosa y opulenta, prolija, patética e hinchada.
S. Impellizzeri