Obra religiosa abiertamente polémica nacida en el seno mismo de las Iglesias Reformadas, son los Diálogos latinos de Bernardino Tommasini llamado Ochino (1487-1564), impresos en dos libros en Basilea en 1563. Fueron traducidos al latín por Sébastien Castellion apenas acababan de aparecer con el título Treinta diálogos [Dialogi XXX]. Es menester distinguir en la fe los elementos esenciales de los accidentales. No es posible condenar a un hombre por una divergencia demasiado particular sobre la fe, en cuanto se incurre en una apreciación subjetiva.
Si el Credo de los Apóstoles contiene lo esencial del Cristianismo, los fieles que han sido ajusticiados por herejía en tiempos recientes (Ochino pensaba especialmente en la muerte de Servet y en la ejecución en la horca de los anabaptistas en Zurich) han muerto sin motivo alguno. Ciertamente no es posible matar a quien, por ejemplo, no cree ser fundamental el dogma de la Trinidad, a menos que el culpable haya admitido que sea indispensable para la fe pensar en tal creencia en la Trinidad, y deliberadamente haya violado la común opinión. Tampoco frente a evidentes errores se debe proceder a severas represiones contra los herejes; al contrario, se debe llevar — como a oveja descarriada — a quien yerra por el camino de la verdad para dar a todos manera de redimirse y de abandonar el error.
Algunos diálogos proporcionan fuentes notables para el pensamiento de Ochino en cuanto a la resistencia de los protestantes franceses a la persecución: desaprobaba la nueva escisión porque los cristianos deben oponer siempre el bien al mal y mostrar que la fe nunca es tan pura como cuando es perseguida. Muchas represiones van dirigidas a las Iglesias reformadas que se han vuelto más ásperas e intolerantes que el propio Papado. Traen sobre muchos problemas soluciones arbitrarias y relacionadas más que otra cosa con un sentido puramente exterior del culto; así ocurre con el bautismo y la eucaristía.
Un diálogo muy famoso es el relativo a la poligamia: valiéndose de pasajes del «Antiguo Testamento» y teniendo presente la situación de algunos soberanos de la época, como Enrique VIII y Felipe de Hesse, Ochino afirma, contra la opinión de Lutero y de otros teólogos, que la idea de poligamia no es contraria a las leyes de Dios y que por necesidad algunas veces puede ser admitida por especial dispensa de la ley común. Pero estas argumentaciones, débilmente trazadas también bajo la guía de un libelo de la época, sólo muestran hasta qué punto el autor sentía la necesidad de una inspiración interior respecto a todo lo accidental de la vida. Esta obra en su conjunto es importante por la continua exigencia de la duda que, contra el conformismo, ofrece acerca de los principales problemas de la fe y de la época.
C. Cordié