[Adversus hcereses]. Obra del obispo San Ireneo, griego de Asia Menor (muerto a principios del siglo III d. de C.). Esta obra, de la que se puede decir que inicia la polémica doctrinal sistemática contra el Gnosticismo (v.), el cual intentaba asimilarse hechos y doctrinas del Cristianismo en sus propias interpretaciones, abarcaba sin continuidad el espacio entre 178 y 188, y no seguía un plan orgánico; luego, el texto fue engrosando paulatinamente, y del opúsculo pensado al principio surgió un volumen en 5 libros. El primero se ocupa de la «denuncia» de las herejías ya difundidas hasta en las regiones de occidente, y en tono escandalizado, expone el sistema del gnóstico Valentino y de su discípulo Marcos con su Pleroma, sus Eones, sus emanaciones y conjunciones; después, recuerda a los predecesores de Valentino, comenzando por Simón Mago y terminado con Basílides, Cerdón y Marción y los Ofitas, sin olvidarse de recoger también, en forma de exposición, las falsificaciones efectuadas por ellos en la Biblia, las interpretaciones arbitrarias, el uso de escritos apócrifos, las divergencias radicales y transformaciones constantes de cada una de las doctrinas en contra de la continuidad de la tradición eclesiástica.
En los libros I-II se inserta la «confutación», en la que se argumenta con las mismas afirmaciones de los herejes, o se esgrimen argumentos filosóficos; así, es impugnado el dualismo entre el Sumo Dios y el Dios Creador; se combate la teoría de los Eones como intermediarios, verdadera mezcolanza de ideas astrológicas, figuraciones míticas y especulaciones neo pitagóricas acerca de los números, a las que atrevidas interpretaciones alegóricas de escritos hebreos y cristianos — en su mayoría apócrifos — debieron imprimir el sello de la revelación divina; finalmente, se hace la crítica de la ética gnóstica, sobre todo respecto al matrimonio, negado por los herejes por ser causa y ocasión de perpetuarse lo corpóreo en el mundo. Los libros III-V continúan la confutación, no ya en nombre de la razón, sino de las Sagradas Escrituras y la tradición doctrinal que «desde los apóstoles, a través de la sucesión de los sacerdotes o de los obispos», se había mantenido hasta entonces. Va dirigida particularmente contra Marción, que pone en antítesis al Dios Creador con el que se manifiesta en Jesús el Cristo, y que considera a San Pablo como verdadero y único intérprete de Cristo, en contraste con el Antiguo Testamento y la ley mosaica. De ahí que, en su demostración bíblica de que el Dios de Jesús es el Dios Creador del Génesis (v.), que el mundo es gobernado por la Providencia divina, que Jesús es verdadero Dios, pero también hombre verdadero, y que Jesús nacido en Belén es el mismo Redentor, parta exclusivamente de las Epístolas de San Pablo (v.) y de Los hechos de los Apóstoles (v.).
En el libro IV, la argumentación es llevada según las palabras mismas del Verbo, tal como se presentan en los Evangelios y en los Profetas del Antiguo Testamento: con ello intenta comprobar la concordancia de los dos Testamentos acerca de la identidad del Dios Creador y del Dios Redentor, y de la ley antigua con la ley nueva (a cuya relación con las profecías es atribuida una función fundamental y decisiva); en cuanto al mal, éste es mostrado como dependiente de la libre voluntad de ángeles y demonios, y no de la solicitación irresistible de un Dios malvado. El libro V continúa y concluye la demostración bíblica precedente, en especial por lo que respecta a la resurrección de la carne, tan puesta en tela de juicio por los gnósticos, a la naturaleza del pecado y a los efectos de la redención eclesiástica. La conclusión es intensamente escatológica: la descripción apocalíptica de la lucha entre el Anticristo y el Cristo, término de la que está en curso entre Satanás y el Cristo, a cuya victoria seguirá el reinado de mil años de los elegidos («milenarismo»). La obra es significativa por la riqueza de las informaciones acerca de la herejía gnóstica; por los temas filosóficos desarrollados en la refutación y que constituyen a un mismo tiempo los hitos de una teología racional que será muy seguida por los Santos Padres; por el criterio de la Tradición claramente formulado y sistemáticamente aplicado a la integración de la Biblia, y, finalmente, por las muchas citas bíblicas que han dado pie a los filólogos para sacar de ellas decisivos elementos para la historia del canon del Nuevo Testamento. Todos los heresiólogos antiguos han bebido abundantemente en S. Ireneo, ya por sus noticias, ya por sus confutaciones, empezando por Tertuliano (v. Contra Marción). La obra ha llegado hasta nosotros a través de una modesta traducción latina del siglo IV, y ha sido posible reconstruir el primer libro gracias a citas de Hipólito y Epifanio.
M. Bendiscioli