Comenzada por el autor como una continuación de Las aventuras de Tom Sawyer, adquiere, sobre todo en su parte central, fuerza de obra maestra. Huck, huyendo de la viuda Douglas que pretende «civilizarlo» y de un padre borracho que trata de apropiarse del dinero del Tesoro del indio Joe, se junta con el negro Jim, también él un fugitivo. Juntos, descienden los dos a bordo de una balsa por el Mississippi, viviendo en una especie de idilio natural amenazado de continuo por la violencia de la sociedad, que se manifiesta en los distintos episodios ambientados en las pequeñas ciudades que encuentran a lo largo del río.
Finalmente, dos pillastres charlatanes y actores, el «Duque» y el «Delfín», capturan a Jim mediante engaños y lo venden a una tía de Tom Sawyer. Huck encuentra a Tom, que lo daba por muerto, y prepara un plan fantástico para la liberación de Jim; la empresa, empero, fracasa y Tom resulta herido. Sólo en este momento se decide a revelar algo que había callado por su amor a lo novelesco: la señora Wat- son, la dueña de Jim, ha muerto, y en su testamento se dispone que el negro sea liberado. Huck, seguro a su vez de contar con dinero propio ahora que su padre está muerto, medita, no obstante, una nueva fuga hacia «territorios» libres de los atropellos de la «civilización».