[Satire]. Estas siete sátiras fueron compuestas entre 1517 y 1525 y publicadas postumamente en 1534; Ludovico Ariosto (1474-1533) no las consideró dignas de publicación junto con sus obras principales sin una previa y cuidadosa revisión.
Las Sátiras no permiten ciertamente que se hable de un Ariosto moralista, aunque no turben las límpidas tercetas el reproche y la frase acerba contra los contemporáneos, sino que antes bien revelan la verdadera faz del poeta, sus deseos y sus más sentidas penas, y representan así una sencilla biografía del artista y del hombre. Allí encontramos un Ariosto que pretende presentarse participando en los defectos de la naturaleza humana, aunque también pone de relieve su deseo de vida simple y parsimoniosa, siempre esquivo de honores y de mundanidad. Quiere bien a sus amigos, es frugal, aun cuando no renuncia a ese mínimo de comodidades que no cabe negar a un hombre; no tiene necesidad de sufrir, por otra parte, ya que en la vida le basta cualquier alegría cuando está libre del habitual fastidio del oficio. Así, en la sátira primera, dirigida a su hermano Alessandro, se lamenta porque, el cardenal Ippolito, su protector, quiere llevarlo consigo a Hungría; él declara que antepondrá siempre la libertad pobre a la dorada esclavitud. En la sátira tercera a messer Annibale Malaguzzi, dice que si bien se halla al servicio de Alfonso de Este no se siente capaz de intrigar para conseguir beneficios y prebendas; aspira solamente a la tranquilidad de conciencia y a tener una buena mujer, de la que hace un elogio entre chanzas.
Por otro lado se duele de las molestias que le produce el ser gobernador de Garfagnana, o pide a Bembo, con afecto paterno, un maestro de griego para su hijo Virginio, lamentándose de no haber podido profundizar el estudio de una lengua tan bella, o rechaza el cargo de embajador cerca de Clemente VII: sueña siempre en una vida oscura, serena, entre buenos amigos y buenos libros, acompañado de una esposa amorosa y fiel. Las Sátiras, escritas siguiendo la tradición de Horacio, tienen el sello de un arte sutil y prudente, confesión viva y humana de un artista siempre dispuesto a refugiarse en el reino de la fantasía, en el que las musas no engañan a quien posee verdadera nobleza de inspiración.
C. Cordié
Los tercetos están profundamente modificados y toman una forma llana, aguda y sentenciosa, como un epigrama o un proverbio. (De Sanctis)
Las Sátiras de Ariosto merecen ocupar un lugar al lado de las de Horacio. Las escribió cuando su vida declinaba. Fuertes y nobles sentimientos, moderados por una benigna disposición del ánimo, redacción elegante, profundo conocimiento de la naturaleza humana, gracia al manifestar su índole y su historia privada, todos estos valores contribuyen a dar a estas composiciones el carácter de trabajo modelo. No se encuentra en los tres siglos siguientes figura alguna que le iguale en Italia. (Foscolo)
Se ha dicho acertadamente que las Sátiras de Ariosto parecen leídas a media voz, y que su tono y su abandono presuponen un confidente. No intentéis acentuar demasiado esta imagen, ya que si esto fuera absoluta verdad, no conseguiría comprender el tono confidente un lector moderno, por no haber sido nunca hermano, primo ni. amigo del poeta, como lo eran aquellos a quienes él se dirigía. Mas el hecho es que las Sátiras no rozan esa universalidad de fantasía y de estilo que supera el estado de confesión y confidencia: aquí está su límite y aquí el defecto de su canto. (F. Flora)