Comedia legendaria que se halla sólo en ediciones sueltas. Menéndez Pelayo creía que en estos textos había algo de mano de refundidor, pero considerando en lo fundamental la obra como auténtica y de las mejores de Lope. Se basa en la leyenda del tributo de las cien doncellas (análogamente a otra comedia del mismo autor, Las famosas asturianas v.), siguiendo las crónicas de Lucas de Tuy y el arzobispo don Rodrigo, y sobre todo un libro sobre Antigüedades y sucesos memorables… de Simancas, del cura de su parroquia, Antonio Cabezudo (1580).
En la leyenda ahí recogida las doncellas prefieren mutilarse a caer esclavas en manos de los moros. Se atribuía a Luis Vives, una copla sobre esto:
«Por librarse de paganos, / las siete doncellas francas / se cortaron sendas manos, / y las tienen los cristianos / por sus armas en Simancas».
Lope une el tema a un conflicto de amor lleno de dramático interés, en que intervienen Iñigo López, Lope, doña Leonor y doña Elvira. Es notable el tipo del moro Abdalá, enamorado de Leonor por su retrato. Toda la comedia posee notable brío y agilidad. Cuando Iñigo va a dar la mano a Leonor, la hiere involuntariamente con su daga como un presagio de la tragedia (procedimiento que, respecto al fratricidio del rey don Pedro por su hermano Enrique, emplearon Lope y Calderón en sus dos Médicos de su honra, v.). El levantamiento heroico de los nobles de Simancas contra los moros, al ver a sus «doncellas» que iban a ser entregadas, con las manos heridas, se asemeja al que produce Laurencia en Fuenteovejuna (v.) al penetrar deshonrada en el Consejo. Aquí clama doña Elvira: «Por cada mano perdida, / por cada gota que sale / de sangre, una furia crece, / un rayo en el pecho nace». Culmina pues la obra en exaltación patriótica, y defensa de la heroicidad y sacrificio de las mujeres.
A. Valbuena Prat