Las mujeres de Atenas, con Praxágora, mujer de Blepiro, a la cabeza, disfrazadas con las ropas de sus maridos, ocupan la asamblea hasta el amanecer, dejando pocos puestos para los hombres, que se han despertado tarde. Poco después, el vecino Cremete cuenta a Blepiro que unos desconocidos ciudadanos, pálidos como unos andrajosos, han confiado el gobierno de la ciudad a las mujeres. Con el nuevo gobierno, explica luego Praxágora a Blepiro, todo estará bajo el régimen de la comunidad de bienes, tanto dinero como enseres y mujeres. Es más, para evitar desigualdades, antes de poseer a una mujer bella un hombre deberá yacer con una vieja o una fea. Y para las mujeres, un viejo deberá valer tanto como un apuesto joven. La disputa entre tres horribles viejas por la posesión de un jovenzuelo venido a visitar a su enamorada muestra poco después las virtudes y los defectos del régimen. La celebración de un fantástico banquete pone punto final a la obra.