Título de la célebre sátira con la que, en 1508, Erasmo Desiderio de Rotterdam (Geert Geertsz, 1467-1536), príncipe del humanismo germánico, intento sepultar en el ridículo la ciencia escolástica medieval. Teniendo presente el brillante estilo de los diálogos de Luciano, que, por su reciente descubrimiento, suscitaban ya tantas imitaciones en Alemania, y sirviéndose de la figura de lá «locura», ya utilizada por el satírico Sebastián Brant (1458-1521) en la Nave de los locos (v.), Erasmo teje una vasta parodia del mundo contemporáneo. La Locura en persona se presenta ante una gran asamblea de todas las naciones, clases y edades, y anuncia su deseo de hacer el elogio de sí misma, ya que nadie piensa en ello, siendo así que es la diosa a cuyo triunfo todos contribuyen.
Ella es la hija de Plutón, dios de la riqueza^ y origen de todas las cosas, y de la Juventud, y demuestra sus méritos hacia la humanidad pasando lista de todos los presentes y elogiando en alguno de ellos lo que, por el contrario, debía ser reprobado. De este modo muestra como su omnipotencia aparece ya en las raíces de la vida, en el amor, en la amistad, en la guerra, en el arte, etc. El clero constituye uno de sus particulares objetivos: la idolatría de los santos, la presunción del clero, la corrupción de los monjes, la vida de Cristo y de su digno representante en Roma…
El esplendor del lenguaje, el brío del discurso, el donaire de la sátira y el fondo cultural dieron a esta obra un inmenso éxito, fácil de explicar por las circunstancias históricas y por el ambiente al cual era destinada. Naturalmente, la obra, a pesar de querer ser universal, limita, por el contrario, el humanismo al restringido horizonte de una polémica contra la Iglesia de Roma, y, por consiguiente, pertenece más a la historia de las luchas religiosas en alemania que a la historia del verdadero humanismo. Es sobre todo característica la incomprensión que en ella se revela de los lazos ideales existentes entre el humanismo y el catolicismo romano. [La primera versión castellana es la de Antonio Gironella (Barcelona, 1842). La mejor es la traducción directa del latín de Julio Puyol bajo el título de Elogio de la Estulticia. (Madrid, 1917). Las más divulgadas han sido las de José A. Luengo (Valencia, s. a.) y la de A. Rodríguez Bachiller (Madrid, 1944)].
M. Pensa