[Scherz, List und Rache]. Libreto de ópera bufa en cuatro actos de Wolfgang Goethe (1749-1832), escrita por el músico Kayser, quien desde su viaje a Italia en 1784 había expresado a su amigo su entusiasmo por ese género teatral tan en boga entre los italianos. Goethe se sintió estimulado a intentar la prueba. El libreto fue compuesto, pero Kayser empleó tanto tiempo en ponerle música que la obra, impresa en 1790, no llegó a ser representada. Su argumento es dramático y burlesco: se desarrolla en un «movimiento que pasa de la bribonería a la pasión y de la pasión a la bribonería». Scapino (v.) y Scapina, esposos enamorados, conocidos personajes del teatro italiano del siglo XVIII quieren jugarle una mala pasada al indispensable doctor (v. Doctor Balanzoni) avaro y glotón y consiguen sonsacarle un buen centenar de cequíes de la manera más impensada. Scapino se finge quebrantado y mísero y consigue que el doctor lo tome a su servicio y Scapina seduce al viejo, pues no es insensible al encanto femenino. Se produce un poco de confusión, se cambian unos vasos de medicamentos, Scapina finge estar envenenada y acusa de ello al viejo.
Simula estar muerta; el doctor cae en la trampa, y comienza por pagar cincuenta cequíes a Scapino para que lo desembarace del fingido cadáver. Scapino lleva a su mujer a una gruta en el fondo del jardín, donde, por la noche, ella comienza a gemir. ¿Luego no está muerta del todo? Y por segunda vez el viejo se deja enredar y suelta cincuenta cequíes más para comprar el silencio de la víctima. El diálogo entrecortado y vivaz, en metro breve y sincopado, se presta a los floreos de graciosos duetos y tercetos, y varias escenas resultan muy animadas. Con todo la obra resulta demasiado sumaria, pobre en desarrollos e insuficiente como libreto. Como lo reconoció el propio Goethe más tarde en los Anales (v.) «me desvió de la meta el deseo de intensificar la acción en un espacio restringido, y procurando ser parco y conciso; de manera que la ópera quedó aprisionada entre los personajes, y sin posibilidad de coros, esto es, sin ofrecer al compositor suficiente espacio para desenvolver su arte».
G. Federici Ajroldi