Epítome de las Instituciones Militares, Fliavio Vegecio Renato

[Epitoma institutorum rei militaris]. Compendio de ciencia bélica en cuatro libros dedicada a un emperador, probablemente Teodosio el Grande.

El primer libro, sobre el alista­miento y la preparación de los reclutas, ha­bía sido compuesto aparte y presentado al emperador, por invitación del cual Vegecio completó su tratado con otros tres libros, que respectivamente se refieren a la orga­nización del ejército, al arte táctico, al asedio y a la guerra naval. Después de comprobar la decadencia y la desorganiza­ción en que había caído por aquellos tiem­pos toda la vida romana, y en particular el ejército, el autor se propone reformar este último, según el modelo de la antigua dis­ciplina; pero, privado de todo conocimiento directo y de toda experiencia personal acer­ca del tema, se contenta con recoger y or­denar el material sacado de fuentes diver­sas, entre las cuales se nombran las obras de Catón el Censor, Cornelio Celso, Pater­no, Frontino y las «Constitutiones Augusti, Traiani, Hadriani».

El material no está or­denado^ históricamente por el autor que se proponía, por lo demás, un fin esencialmen­te práctico; por este motivo se pueden ex­plicar, aunque no justificar, el desorden cronológico y algún verdadero error que Vegecio deja escapar. Con la denominación de «Ordenamiento antiguo» designa todo lo precedente al 200 d. de C.; la investigación de las fuentes, en parte ya efectuada, tien­de a distinguir lo que Vegecio tomó de cada autor, y lo que llegó hasta él por camino indirecto, así como contribuye a valorar la importancia de este Epítome para el conocimiento de obras perdidas que trataban de la estrategia romana. La lengua y el estilo varían en cada libro, según las fuentes utilizadas; pero en general son con­cretos, aunque el autor se declare ajeno a toda preocupación artística; sólo alguna ex­presión revela aquella época ya decadente. Esta obra fue conocidísima en la Edad Me­dia, como lo demuestra el gran número de manuscritos en que ha llegado hasta nos­otros, y hallamos pruebas de su difusión aun en el oriente griego.

S. Schick