Bajo este título agrupamos la obra teatral del dramaturgo catalán Adriá Gual (1872-1947), cuya producción se inició con el estreno de Silenci [Silencio] el año 1898, y en la primera sesión del famoso «Teatre íntim» que fundó y dirigió el propio Adriá Gual.
Sucesivamente estrenó La culpable en el año 1900, L’emigrant [El emigrante] el mismo año, y Els pobres menestrals [Los pobres menestrales] en 1908. Esta última obra es la historia de una familia barcelonesa cuyo patrimonio se ve menguado por los infortunios. El dramaturgo estudia entonces las raíces psicológicas de la nueva situación en cada personaje. La pobra Berta [La pobre Berta], estrenada en 1916, desarrolla la vida de la muchacha de este nombre, que arrastra, como una ignominia ante la sociedad, una caída pasional, de la que tiene un hijo al que ha de soportar como una carga. Misteri de dolor [Misterio de dolor], estrenada en 1899, es una de sus mejores obras y quizás la que marca con más claridad la ruta que se propuso Gual. Centra el drama el problema del destino como una realidad ineludible. Aunque, en algunos momentos, el sentido de la fatalidad a la manera del «fatum» griego se cierne sobre los personajes, nunca pierden éstos su honda vibración ni su calidad humana. Donzell qui cerca muller [Doncel que busca esposa], que se estrenó en 1910, es en realidad un poema escenificado. El clima nebuloso de sueños y sorpresas casi mágicas responde a la estética de Maeterlinck en la que tan profundamente se inspiró Adriá Gual.
También, entre otras, escribió La comedia extraordinaria de l’home que va perdre el temps [La comedia extraordinaria del hombre que perdió el tiempo], estrenada en 1918 y Arlequí vividor [Arlequín vividor], que vio la luz en 1919. La primera cuenta la historia de un indiano riquísimo que vuelve a su aldea natal con la intención de transformarla y de construir en ella un gran palacio. Pero pronto se da cuenta de que, si bien por su dinero se le respeta, en el fondo le desprecian. Además, nadie le conoce, porque ha pasado más de un cuarto de siglo. Entonces se refugia en su antigua casa y allí es despojado de sus riquezas por unos bandoleros. La obra de Gual, como propagador del teatro extranjero de la época, es tan importante como su obra original, que responde a las directrices del modernismo catalán, heredero a su modo del idealismo germánico (Haupmann), del prerrafaelismo inglés (Wilde) y del simbolismo francés (Maeterlinck). «Su postulado consistía en que todas las artes interviniesen y se fundiesen en el arte dramático», escribe Francesc Curet refiriéndose a la estética y a los principios del arte de Gual.
Este autor buscó ante todo la armonía, la calidad poética y el valor del «misterio», bajo el signo, por ejemplo, de los Espectros (v.) de Ibsen. Gual gustaba de hacer intervenir en sus obras personajes puramente simbólicos o abstractos, para realzar así el clima de novedad — novedad frente al teatro más «realístico» que le precedió — o de «misterio» y de «fábula», siguiendo así las directrices que entonces prevalecían en el teatro europeo. Por esta razón su teatro se resiente de un cierto hermetismo, más patente para el público de su época, más atenuado ahora, después de los descubrimientos pirandelianos. Gual estudia los problemas más íntimos, aquellos que quedan en los arcanos del alma y no se traslucen en actitudes dramáticas externas o en gesticulaciones exteporáneas. Por ello su teatro es un poco irreal y, a veces, paradójico.