La Hermosa Lau, Edward Morike

[Die schóne Lau]. Leyenda poética del autor alemán Edward Morike (1804-1875), publicada en 1852, que se enlaza con la otra del Viejo aperga­minado de Stuttgart (v.).

En una fuente profunda y de inescrutable azul, mora una ondina, la bella Lau, que, abandonada por su esposo, el rey del Danubio, languidece víctima de un sortilegio por el cual está condenada a no tener descendencia, sino después de haber reído cinco veces y ha­ber pasado por una extraña aventura que ni ella ni su consorte conocen. Un día, ella, curiosa por saber la vida de los hombres, sale por un pozo a la bodega de la Hostería de las Monjas: traba amistad con la hos­telera que consigue hacerla reír por primera vez. ¡Tal vez allí encontrará su sal­vación! Se viste con las ropas de Jutta, la hija de su huésped y vive con la familia de ésta durante cinco días, y se ríe cuatro veces. Pero he aquí que, de repente, la fuente se desborda: es que el rey del Da­nubio está a punto de llegar por uno de sus caminos subterráneos, que corren de­bajo del monte. El hijo de la hostelera toma a la bella Lau, desmayada por el es­panto, para arrojarla al agua; pero al ver entre sus brazos a la bella ondina, piensa aprovecharse de tan extraordinaria ocasión. Mientras él la abraza, Lau suelta la quinta carcajada. Ha ocurrido también el hecho extraño y misterioso que la ondina y el rey del Danubio ignoraban; el sortilegio está vencido, la sucesión queda asegurada. La hermosa Lau vuelve a la fuente, y deja regalos más o menos mágicos para todos: entre otros, promete que cada cien años, al primero que pase el umbral de la puer­ta donde ella se rió por primera vez, le será concedido un don maravilloso.

El tono de la fábula es finamente humorístico. Lo maravilloso se une en él con lo cotidiano de manera que lo uno es necesario a lo otro para el significado de la fábula; la fantasía no puede ser fecunda si no toca en la sencillez de lo real. El estilo popular de esta obra es tan perfecto que Uhland estaba convencido de que Morike sólo ha­bía adaptado el relato de un cuento viejo. En realidad, esta fábula es una pequeña obra maestra. Fue deliciosamente ilustra­da por Moritz von Schwind.

G. F. Ajroldi