La Corona Maléfica, Ferdinand Raimund

[Die unheilbringende Krone]. Tragicomedia en cuatro actos, representada en 1829, del poeta y dramaturgo austríaco Ferdinand Raimund (1790-1836), con el cual el «Volksstück» vienés se desenvolvió y renovó con un espí­ritu de alada y libre poesía, no sin recibir influencias de las «fiabe drammatiche» de Gozzi.

Phalarius, general de Creonte, rey de Agrigento, valeroso y ambiciosísimo, odia a su soberano que se ciñe los laureles de las victorias que él ha ganado. Hades, rey del Infierno, le ofrece una corona que le hace casi omnipotente; cuando la lleve sobre la cabeza, todos deberán plegarse a su voluntad, hasta los animales y las ramas de los árboles. Phalarius jura vengarse y exterminar a todos. Pero el hada benéfica Lucina, protectora de Agrigento y del jo­ven rey, interviene contra Hades. La po­tencia formidable de la corona fatal podrá ser destruida por el claro de luna, en cuan­to Lucina haya obtenido tres coronas; una perteneciente a un rey sin reino, otra a un héroe sin valor y la tercera a una mujer que parezca bella sin serlo. El hada co­mienza su búsqueda. Lejos, en una peque­ña cabaña, viven juntos el sarto Simplicius, hombre pusilánime si los hay, ordi­nario y vulgarmente bonachón, y el joven poeta Ewald, que se consuela de su pobre­za con el mundo de arte y de fantasmas que él mismo se ha creado. Esta pareja, que reproduce en cierta manera el antiguo bi­nomio de Don Quijote y Sancho Panza, ayudará al hada, y ambos parten armados de una antorcha, cuya luz lo hace todo bello y grandioso.

Pero en la ciudad de Massana, asediada por el terremoto, el mar y los volcanes, Ewald penetra en la cámara del rey Heraclius pocos minutos an­tes de que la ciudad sea destruida y así se procura la corona de un rey sin reino. Poco después, el miedoso Simplicius, ani­mado por la antorcha, transformado (sin saberlo) por el mágico brebaje, mata un tigre que aterrorizaba a la isla de Kalidalos y así recibe la corona del valor. Tam­bién la antorcha transfigurará a una vieja sesentona, Alve, que obtendrá la corona de la belleza. Con estas tres coronas, el hada benéfica vence a Phalarius, atormen­tado por sueños de sangre y de conquista: apenas un rayo de luna ilumina su corona destruyendo su potencia, ofrece el pecho al puñal de las Euménides. Tragicomedia llena de contrastes, en la que alternan lo fabuloso y lo trágico, lo patético y lo comicoburgués, en la que la poesía se alter­na con la prosa, el verso dáctilo con el alejandrino, lo sublime con lo vulgar. El principal contraste es el de Phalarius, cuya ambición no tiene límites, con Simplicius, que halla la felicidad en un plato de sal­chichas. Pero entre Phalarius y Simpli­cius está Ewald, que se ha hecho su vida de ensueño, de arte y de poesía. La fábula tiene así valor de símbolo; pero no se pue­de negar que la complicada estructura de la composición la hace un poco abstracta; el éxito escaso de la obra en sus primeras representaciones, a pesar de los elementos vitales que desde luego contiene, amargó a Raimund, que no quiso ponerla más en escena mientras vivió.

G. Fornelli