El Roman de Tebas

[Estoire de Thébes]. Poema francés anónimo que algún crítico, infundadamente, quiso atribuir a Benoit de Sainte-Maure, autor del Román de Troya (v. Relatos sobre Troya); parece haber sido compuesto en torno a 1150 y, por su dialecto, en el territorio pictavino norte-occidental; Leopold Constans lo publicó en edición crítica en 1890, con el título Le Ro­mán de Thébes. Su argumento es la historia mítica de aquella ciudad: un prólogo de cerca de mil versos narra las vicisitudes de Edipo (v.); le sigue, mucho más difuso, el relato de la guerra de los Siete contra Etéocles (v.), una refundición, pues, de la Tebaida (v.) según toda verosimilitud hecha directamente sobre Estacio, pero no una refundición servil.

Naturalmente, muchos caracteres del Román reposan sobre la men­talidad general del siglo XII, en el gusto que en ésta prevalecía sobre el modo ge­neral de entender la Antigüedad, y perte­necen por ello a las narraciones del Ciclo clásico (v.); la estructura del mundo mí­tico grecorromano transpuesta a la estruc­tura feudal-caballeresca-eclesiástica; el em­peño de eliminar en lo posible la mitología antigua; la complacencia en la descripción de innumerables batallas, en la enumeración de ejércitos, en la exposición de felonías, asambleas y procesos feudales, complacen­cia explicable por el influjo de las «gestas» y en modo especial del Cantar de Roldán (v.); los pormenores de sabor «cortés». Igualmente, sólo en limitada medida es pe­culiaridad de nuestro refundidor la actitud adoptada respecto al asunto narrado, con­siderado como mera y casi indiferente ma­teria de narración, debido a lo cual el au­tor permanece extraño al dramatismo del poema de Estacio, y su atención se aplica a los pormenores, mientras su interés es ab­sorbido por la exterioridad de los azares, de las cosas y de los héroes: los encuentros de los guerreros, la sucesión de choques, los retratos de los personajes, sus vestidos, sus ornamentos, los colores y las formas de la naturaleza, toda exterioridad, en suma, es lo que cuenta para él.

Pero además de esto el poeta francés muestra un procedimiento personal suyo: corta del original latino, reduce, funde, modifica, alarga, añade es­cenas, inventa por su cuenta o inspirándose en los modelos de la épica medieval y en los relatos de las cruzadas; intercala incluso episodios de vastas proporciones operando sin desequilibrios de tono y por lo general con ventaja para el poema, dando prueba de una elevada y segura conciencia artística.

S. Pellegrini