[Die Zauberei im Herbste]. Fábula del poeta romántico, publicada en 1808.
Ubaldo, cabalgando por un bosque, tiene un extraño encuentro con un ermitaño, con el que hace tanta amistad, que le persuade para que le visite un día en su castillo. Nadie sabe el nombre del ermitaño, ni él se lo dice, cuando les cuenta a Ubaldo y a Berta, su mujer, la historia del pecado que ahora trata de expiar con la soledad perpetua. En la narración, sin embargo, se emociona al recordar a su perdido amor. A causa de una dulce muchacha, no fue a la Cruzada en la que debía tomar parte en unión de su mejor amigo. Pero fue inútil la deshonrosa renuncia, porque durante mucho tiempo no volvió a ver a la mujer amada.
Hasta que un día, atraído por misteriosos sonidos, la encontró y ella le reveló que su amigo le había traicionado, forzándola a prometerse a él: nunca más los amantes debían volverse a ver, hasta la muerte del presunto esposo. Pero otra noche de luna, el destino puso frente a frente a los antiguos amigos, y el ermitaño mata en lucha a su rival, de modo que puede conseguir a la mujer amada, y vive con ella en su castillo. Pero a poco, ella comenzó a entristecerse, a enmudecer, a enfriarse hasta hacerse de piedra. Huyó entonces él un día de otoño, y, errando por el bosque, de modo misterioso, se halló envuelto en una luz de aurora sobre la cima de un monte, consciente de su gran pecado, frente a la terrible justicia divina. Aquí termina la narración del ermitaño. Ubaldo y Berta, se miran asombrados y le llaman por su nombre: «¡Raimundo»!, tratando de explicarle cómo ocurrieron las cosas en realidad.
Ubaldo es su viejo amigo, ni traidor ni muerto, y Berta es la mujer que Raimundo amó sólo secretamente. Todo lo demás es obra de su fantasía enferma. Pero nada puede curar a Raimundo. El desdichado huye hacia su antiguo castillo, desde muchos años abandonado, y entre el ulular del viento vuelve a tener su insana visión. El motivo recuerda al Fiel Eckert y los Tannenhciuser (v.) de Tieck. Pero la lengua es una melodía leve e imprecisa, propia de la prosa narrativa de Eichendorff. También es nuevo y propio de Eichendorff el contraste entre el mundo fantástico y el mundo real, el traducir los hechos reales en mundo poético, hasta hacer que se pierdan las trazas de la realidad.
G. Federici Ajroldi