Beovulfo

[Beowulf]. Poema de autor desconocido, en lengua anglosajona, que trata de la más antigua leyenda de las es­tirpes germánicas, nacida entre los anglos, cuando aún vivían en la provincia de Angeln en el Schleswig, esto es, hacia la mitad del siglo VI d. de C. No se ocupa, sin embargo, el poema ni de los anglos ni de los sajones, sino de los daneses en sus relaciones con los godos cuando éstos habitaban la Suecia meridional. Se divide en dos partes: la pri­mera, «gloria de Beovulfo», se desenvuelve en la isla danesa de Sjálland y se inicia con la exaltación de la dinastía de los Schyldingos, fundada por Schyld, misterioso niño encontrado en una barca a la deriva y ele­gido rey desde muy joven por su gran valor. A su muerte, el pueblo revistió ricamente sus despojos y, colocándolos en una nave, los confiaron al mar, para que los llevase a la tierra desconocida de donde procedía. El rey Hrothgar, su descendiente, construyó un castillo de madera llamado Heorot (esto es, el castillo de las paredes ornadas con astas de ciervo) en un promontorio sobre el mar tempestuoso, poco más allá de un pantano poblado por misteriosos y terribles enemigos en acecho.

Entre estos enemigos, el más feroz era el ogro Grendel, «medio hombre, medio monstruo», quien, envidian­do a los huéspedes de Heorot la alegría de las noches que transcurrían bebiendo hi­dromiel entre las músicas del arpa y el canto de los «scóp» (bardos), con frecuen­cia se aprovechaba de las tinieblas para asaltar el castillo, raptar a los amigos de Hrothgar sumidos en el sueño, y devorar­los. Ya llevaba Grendel doce años entrega­do a su obra nefasta, cuando Beovulfo, jefe guerrero de Hygelac, rey de los godos, vino de Suecia con catorce compañeros dispues­to a contender con él. Se ocultó en la sala durante la noche; cuando el monstruo apa­reció y agarró a uno de sus compañeros, Beovulfo se arrojó sobre él, y luchando furiosamente, tras romperle un brazo, le obligó a retirarse a morir en su guarida. A la noche siguiente, la madre de Grendel asalta Heorot, matando a uno de los mejo­res amigos de Hrothgar, y éste para vengar­le, se dirige, con Beovulfo, a la guarida acuática del monstruo. El héroe combate con la madre, la mata y lleva al rey la ca­beza de Grendel; luego, colmado de dones, vuelve con sus compañeros a la patria, para narrar a Hygelac, su rey y tío, las gloriosas empresas llevadas a cabo. La segunda parte, «Muerte de Beovulfo», se desarrolla en Suecia y presenta al héroe viejo, desde hace cincuenta años rey de los godos, tras la muerte de Hygelac y de su hijo. Siempre valeroso y joven de ánimo, al oír que un dragón que alienta fuego, está a punto de devastar su país, en venganza de haberle sido robado una gran parte del tesoro que custodiaba, parte para combatirle, seguido de una escolta de guerreros. Todos los compañeros, aterrorizados, le abandonan, excepto un pariente suyo, Wiglaf, que le ayuda a terminar con el «gusano mortal».

El viejo héroe, sin embargo, infeccionado por el hálito del monstruo, queda casi mo­ribundo. Se hace llevar el tesoro para go­zarse mirándolo y expira declarándose con­tento por haber sacrificado su vida por el bien de su pueblo. El cuerpo de Beovulfo fue quemado sobre una gran pira, y las cenizas, con el tesoro, fueron sepultadas a la altura del cabo Hronesnaes, visible desde lejos para todos los navegantes. El manus­crito comprende cerca de 3.000 versos alte­rativos, en lengua sajona occidental del si­glo X, y se cree que fue rehecho sobre un original en dialecto anglo del siglo VIII, obra de un poeta discretamente culto, que añadió a la narración pagana elementos cristianomorales. Es histórica la figura de Beuvulfo, rey de los godos, enemigo de los francos a principios del siglo VI. La obra ofrece una viva pintura de las costum­bres del antiguo mundo germánico, en la paz y en la guerra, de la vida en los cas­tillos de altas empalizadas, de las amplias salas abiertas sobre el mar tempestuoso, de donde volvían las altas y estrechas naves piratas, tras realizar arriesgadas empresas. En ellos, tras las victorias sobre los enemi­gos y las cazas por los pantanos, banque­teaban los héroes mientras cantaban los «scóp». Un profundo fatalismo domina en todo el poema «Wydr (la diosa del desti­no) va siempre según debe», dice Beovulfo cuando ha de enfrentarse con Grendel; «ocurrirá en la lucha lo que Wydr haya previsto», dice también cuando ha de com­batir con el dragón. Este fatalismo le ins­pira, sin embargo, gran valentía: «Quien pueda, gánese el honor antes de morir», y «procurémonos fama o muerte» afirma. Va­liente, dispuesto a ofrecer su vida por el bien de sus súbditos, Beovulfo es el tipo ideal del héroe germánico de la alta Edad Media; el héroe que une a un valor excep­cional, la más alta conciencia de su misión de soberano que le impone ser a todas ho­ras el primer servidor del Estado. Trad. italiana de F. Oliviero (Turín, 1933).

G. Lupi