[Sonetos e poemas]. Libro del poeta brasileño Alberto de Oliveira (1859-1937), publicado en 1885. Es la segunda de las cuatro series de composiciones que constituyen la colección de las Poesías completas (3 series, 1900, 1911, 1913) del autor, que después de su primera tentativa poética, Cancóes románticas (1876) (no incluida en la colección definitiva), se apartó de la manida tradición iberoamericana y se dirigió hacia el clasicismo parnasiano inaugurado por Bainville y Heredia. El volumen consta de gran número de sonetos y de una cantidad menor de otras piezas. Junto a los sonetos escritos con el endecasílabo tradicional hay otros en heptasílabos dobles, verso empleado también con preferencia en una gran variedad de formas métricas en las otras composiciones. En la amplia temática de los sonetos predomina el helenismo («La galera de Cleopatra», «Jarro griego», «Leyendo los clásicos», «La estatua», «Syrinx»), con el cual el poeta realiza la más parnasiana de sus experiencias poéticas, en una admirable elegancia y perfección de formas y en un seguro desdoblamiento del hombre y el artista. Pero tal aristocracia de arte no ahoga el ardor de temperamento de Alberto de Oliveira, que imprime una sensibilidad americana y moderna a los temas caros a los convencionalismos románticos (no falta una composición inspirada «En el resplandor de la luna de Verona»): el universo y la tierra («Vox rerum»), la muerte y el amor («Nox», y especialmente la admirable serie de sonetos de «Muertos para siempre»), tema este último que informa casi exclusivamente la cuarta serie de poemas de Oliveira, «Libro de Emma» (1892-1897).
Un soplo poderoso de panteísmo anima principalmente los sonetos que tratan el motivo del sol («El alma y el sol», «La ventana y el sol») y, más todavía que los sonetos, las otras poesías, donde la naturaleza, los animales, las plantas, viven una vida vibrante; poesías que se caracterizan por la forma magistral del verso. Los tres poemas «El árbol» (una sorprendente «editio maior» de la que será «La encina caída» de Pascoli), «Las tres hormigas» (la historia de tres hormigas que, encaramándose por una casa, acaban en una rosa puesta en la mesa de la habitación de una bella mujer, y echadas perezosamente por ella por la ventana, caen «lejos, lejos, sin atreverse a moverse, por terror, durante casi dos días… y más tarde mueren»). «El gusano» (que todos los hombres desprecian y luego, cuando ha llegado a ser mariposa, quieren, y ella se ríe de ellos) son joyas del juego de palabras y versos, y de la embriaguez de panteísmo en que se complacían los grandes poetas europeos de aquel tiempo, empezando por D’Annunzio.
G. C. Rossi