Compuesta en 1803- 1804, y conocida también con el nombre de Appassionata, corona, junto con la Sinfonía N.° 5 (v.), el período más tempestuoso de la madurez espiritual de Beethoven, el de «la lucha contra el destino». Beethoven ha llegado a un punto tal de su grandeza, que se ve impulsado irresistiblemente a confrontarse como antagonista, y a veces a confundirse con el todo; con la oscura potencia que él se complacía efectivamente en sintetizar en una palabra: el destino. Siguiendo esta dirección, Romain Rolland ha dado de la Sonata una interpretación sugestiva y algo caprichosa, pero que tiene el mérito de concordar con la realidad musical: podemos admitirla, pero con cierta cautela. El primer tema del «Allegro assai» consta de dos miembros de naturaleza contrastante «Dos en uno. Dos caras opuestas del yo. El yo-fuerza salvaje. El yo-debilidad que tiembla». En efecto, Beethoven no tarda en separar los dos miembros, o con una furiosa progresión ascendente de acordes que sigue a la sombría amenaza, o respondiendo a la imploración con unas inexorables terceras que están estrechamente emparentadas con la célebre iniciación de la Quinta Sinfonía. Un breve episodio agitado y anhelante, en cuyas síncopas le parece a Rolland ver «les mains crispées et les contractions du cceur», conduce al segundo tema.
Después se reanuda el bullicio infatigable, se desencadenan los elementos destructores, en los cuales se personifica el genio tempestuoso de Beethoven. El hombre queda olvidado. «El creador se ha identificado con las leyes de la Naturaleza, las potencias elementales». La forma y la insistencia monotemática son todavía las del viejo y juguetón rondó; pero es extraordinaria la radical transformación expresiva. Poco antes del final se llega a un colmo de desenfrenada violencia, acelerándose el tiempo en un «Presto»; dos acordes largos y fortísimos abren en él como una granizada rebotante, de extremado vigor dinámico, después de la cual se reanudan velocísimas las ráfagas iniciales, salpicadas de toques sonoros y victoriosos, como de trompetas.
M. Mila
Una música así purifica y transforma todos los fermentos de dolor y de alegría con los que se alimenta… Si es una tragedia, se parece a las de Sófocles, patéticas y serenas al mismo tiempo, construidas como templos griegos con un sentimiento divino de la armonía. (Combarieu)
Appassionata es la denominación más apropiada y significativa que pudiera escogerse. En el primer y tercer movimientos es una música nocturna, la pintura de un complejo violento y angustioso, iluminado por el interludio; el movimiento central es una ideal evasión a regiones más felices. (E. von Elterlein)