Drama en cinco actos, en verso, de Víctor Hugo (1802-1885), estrenado en 1838. En medio de sus incongruencias, Ruy Blas pretende evocar románticamente la ruina de la monarquía española y la extinción de la monarquía austríaca a fines del siglo XVII: «En Hernani (v.) surge el sol de la Casa de Austria; en el Ruy Blas se pone», dice el propio autor en su prefacio.
Ruy Blas es un siervo: huérfano, criado por caridad en un colegio, no ha podido recibir más que una instrucción fragmentaria. Pero «… la fama es una puerta baja… El más grande es el que se encorva más»; y Ruy Blas se ha convertido en camarero de don Salustio, grande de España, ayer ministro poderoso, hoy en desgracia porque, habiendo seducido a una joven dama de la reina, se ha negado a casarse con ella. Don Salustio no tolera haber caído y medita venganza: primero piensa servirse para este fin de don César de Bazán, su primo, reducido a la miseria, pero éste se niega; entonces será Ruy Blas, con el nombre de don César, su ciego instrumento. Éste es introducido en la corte, donde acto seguido gusta a la joven reina doña María de Neuburgo, esposa del incapaz Carlos II, y ella le gusta a él. He aquí lo que don Salustio esperaba: el criado se convierte en amante de la soberbia reina, pero Ruy Blas toma muy en serio su personaje: nombrado ministro se ocupa del Estado, realiza varias reformas y conquista gran popularidad. Entonces interviene don Salustio: con un falso billete de Ruy Blas atrae a la reina a una quinta aislada y le revela la intriga.
Pero Ruy Blas, para vengar a la reina y salvarla, mata a don Salustio y se mata. La reina está salvada; todo rastro de su culpa ha desaparecido con la muerte de los hombres. En Ruy Blas hallamos, contraste predilecto del teatro romántico, y de Víctor Hugo particularmente, todas las virtudes y todas las noblezas de alma en seres de la más humilde posición social, señalados desde el comienzo por un destino fatal; de esta fórmula resultaban seguros efectos teatrales, a los que nuestro autor añade felices escenas de aguda, sabrosa y pintoresca poesía.
G. Alloisio
Es una bella obra, dejando aparte alguna tacha y el cuarto acto, el cual, a pesar de querer ser cómico y gracioso, está privado de verdadera comicidad. Dos o tres escenas y el último acto son sublimes. (Flaubert)
Hugo es uno de los mayores hombres de nuestro siglo. (Heine)
Las inverosimilitudes de Ruy Blas no le impiden ser rico en movimiento y en ideas dramáticas: su cuarto acto ha creado durante medio siglo todo un estilo del drama en verso. (Thibaudet)
* Han sido compuestas varias obras musicales sobre el tema ofrecido por el drama de Víctor Hugo. Escribió en 1839 una* obertura Félix Mendelssohn-Bartholdy (1809- 1845); obras intituladas Ruy Blas las escribieron Josep Michael Poniatowski (1816- 1873), Lucca, 1842; Francesco Chiaramonte (1809-1886), Bilbao, 1862; Filippo Marchetti (1831-1902), Milán, 1869. La obra de Marchetti tuvo, en sus tiempos, gran popularidad; sigue los procedimientos típicos de la tradición melodramática ochocentista; su música es melódica, algo sentimental y a veces se aproxima al estilo de las piezas llamadas de «salón». No faltan en ellas las escenas y las arias de cierta eficacia dramática y de seguro efecto teatral; por ejemplo, la balada de la mezzosoprano: el aria de la reina y el. dúo de amor del tercer acto, óperas homónimas las compusieron también Max Lenger (1837-1911) en 1868, y Benjamín Godard (1849-1935) en 1891. Una pieza para canto y piano titulada Ruy Blas, compuesta por Alexis Emanuel Chabrier (1841-1894), fue publicada postuma en 1913.
M. Dona