La edición definitiva, dirigida en 1908 por Giovanni Pascoli, comprende toda la producción lírica de Enrico Panzacchi (1840-1904) agrupada según una aproximada división por temas.
Comienza con las «Visiones e imágenes», que reúnen las poesías inspiradas en recuerdos literarios, en algunas esculturas y en espectáculos teatrales. Así, sobre algunos datos de Suetonio, el poeta reconstruye con pequeñas pinceladas los lúgubres funerales de Nerón. En los «Dolores» se reúnen las breves poesías que pulsan «todos los dolores de la familia humana», desde la tragedia de Meyerling a la dura experiencia de Leopardi, del suicidio de una muchacha a la lenta agonía de un joven amigo, cuyo único consuelo fue la lectura de los poemas homéricos; pero toda la gama del sufrimiento terreno es captada sin amargura, y la expresión queda apenas velada por un ligero sentimiento de melancolía unido a la resignación. Cuando en «Vida íntima» y también en «Fantasía» pulsa la cuerda amorosa, lo hace siempre en tono apagado; el retorno de una cita amorosa, la ansiosa espera de la mujer amada, un paseo nocturno, una tarde en Venecia, un abandono y un idilio estival son recordados en voz queda, como si el poeta temiese turbar la dulzura de las imágenes suscitadas.
Panzacchi fue, en realidad, «el poeta de las rápidas conmociones cazadas al vuelo, que no se componen y se ajustan en cuadros amplios» (Croce). Cuando, por encargo o bien ocasionalmente, como en los «Grandes espíritus», conmemorando los acontecimientos históricos de fines del siglo XIX (la ruina de Dogali, la muerte de Víctor Manuel, de Mazzini, de Pío IX), eleva su poesía hasta lo solemne y lo trágico, sentimos que su inspiración falla. Vuelve a fluir, en cambio, allí donde, como él solía repetir, desea ser tan sólo un poeta «sibi suisque», o sea, en los pequeños poemas nacidos de sus peregrinaciones por los campos o por las ciudades de Toscana. «Alma natura» y «Pequeño romancero» contienen las mejores poesías. Tanto si el poeta se regocija ante el primer saludo de la primavera, que «insinúa en las venas un dulce sentimiento de íntima alegría», como si nos describe los campos que resplandecen bajo el sol del mediodía, o si contempla el crepúsculo de una tarde de otoño, o reevoca mediante el canto nostálgico de Chopin la figura de la mujer amada, existe siempre en su poesía una sensación de fragancia enlazada a un delicado sentimiento. Lo mismo encontramos en el relato de las enseñanzas de San Francisco al hermano León del «Perfectum gaudium» (v. Florecillas), comprendido en la «Historia», junto con la conmemoración del Tasso, el vaticinio de Nereo y algunas poesías secundarias. Forma parte de este volumen la traducción de Severo Torelli, drama de Coppée, por la que sé ha querido afiliar a Panzacchi a la escuela neorromántica francesa.
T. Momigliano
Más que una colección orgánica de poesías, el libro parece a primera vista un diario o álbum poético, con frecuencia nacido más de fuera que de dentro. (P. Pancrazi)