Novela del boliviano Alcides Arguedas (1880-1945), publicada en La Paz en 1919. Es una de las primeras novelas hispanoamericanas que tomó como tópico de creación estética los problemas sociales del habitante indígena.
El personaje heroico de Raza de bronce es el indio Choquehuanca, que figura como tipo representativo del indio aymara. Choquehuanca, como lo pinta Arguedas, era un indio sesentón, de regular estatura, delgado, huesoso, algo cargado de espaldas, lo que le hace parecer canijo y menudo. Su rostro cobrizo lleno de arrugas acusaba una gravedad venerable. De todo hacía Choquehuanca en la región: era consejero, astrónomo, mecánico, curandero, adivino. Parecía poseer los secretos del cielo y de la tierra. Era bíblico y sentencioso. Le acusaban de hechicero y de mantener pactos secretos con el demonio y otros seres malignos y perversos.
Tenía tal fuerza de previsión y presentimiento que lo que él decía debía suceder fatalmente, con precisión casi matemática. Agudo, perspicaz y zahorí, con una sola mirada, como en un libro, leía lo que pasaba en el fondo del corazón humano. Nada se ocultaba a sus ojos penetrantes e investigadores, ni acciones ni sentimientos. Cuando abría la boca, no había más que ponerse a temblar, porque el terrible anciano generalmente hablaba para anunciar desgracias. Choquehuanca está secundado en la acción de la novela por otros personajes, que viven amparados por el paisaje maternal del Altiplano y del lago Titicaca. El patrón cruel y despótico, el mayordomo que siente el goce de castigar con el látigo del sadismo; la indígena joven, siempre hacendosa, melancólica, cuya belleza es mancillada por el patrón.
Este hecho último constituye el nudo del argumento de Raza de bronce. Luego, otro personaje integrante de la novela es la muchedumbre indígena que puebla la hacienda, resignada, sufrida, vencida, «raza de bronce», por el color de su piel y por ser su temple duro, fuerte, y recio para resistir, pero también fiera vindicativa y trágica en su rebelión. Son estas huestes amotinadas, sedientas de venganza y de sangre que se lanzan al incendio, a la destrucción y a la muerte. La figura de Choquehuanca, el cuento de Cóndor Mallacu, las bellas descripciones del paisaje de los Andes, de sus valles profundos y del lago Titicaca, hacen de Raza de bronce un documento indispensable para acercarse al espíritu del indio boliviano. Arguedas primitivamente había publicado con el mismo argumento de Raza de bronce la novela Wata Wara, que en su madurez intelectual fue remodelada bajo los cánones del naturalismo, recibiendo la influencia estilística de Gustave Flaubert.
G. A. Otero