Drama en tres actos y en prosa de Francisco Martínez de la Rosa (1787-1862), representado en 1834. La acción pasa en Venecia, en 1310. Pedro Morosini es el jefe del Consejo de los Diez y contra él conspira un grupo de nobles que se reúnen en el palacio del embajador de Génova. Uno de los conjurados, Rugiero, esposo secreto de Laura, sobrina de Morosini, hablando con su esposa en el mismo palacio Morosini — en la capilla de las tumbas de la familia, donde Morosini acostumbra a espiar—, deja escapar algunas declaraciones imprudentes que son oídas por Morosini, presente pero invisible y que son la causa del arresto del incauto. La revuelta estalla, pero el Consejo de los Diez consigue dominarla: los culpables son juzgados y Rugiero, a quien no consiguen salvar ni su título de esposo de Laura ni la revelación del secreto de estado según el cual resulta hijo del mismo Pedro Morosini, es condenado a muerte, mientras Laura se vuelve loca.
La Conjuración de Venecia fue el primer drama romántico español, pero su representación no obtuvo en el mundillo literario el éxito que consiguió en 1835 el estreno de Don Alvaro (v.) del duque de Rivas, porque Martínez de la Rosa, discípulo de los clásicos y de Alfieri, empleaba una concepción moderada del romanticismo. En vez de explotar el golpe de efecto prefirió colocar el interés dramático en las situaciones en pugna: conjuración política y las peripecias de un amor trágico, dentro de la pesada atmósfera de persecuciones y bajo la sombra helada de las tumbas. El ambiente es romántico, pero la forma es aún fiel a una compostura clásica, con la consecuencia de que La Conjuración de Venecia ocupa, a pesar de todo, un lugar bastante importante en la historia de la literatura escénica española del siglo XIX.
A. R. Ferrarin