[La confession d’un enfant du siécle]. Novela de Alfred de Musset (1810-1857), publicada en 1835, recordada sobre todo como generosa transposición de su aventura con George Sand. Octavio, ingenuamente enamorado, descubre que su amada le traiciona con un amigo; para vencer el profundo dolor, herido por el rival en un duelo, se da a la orgía, en la que su alma fresca se agosta y pierde toda fe. A la muerte de su padre se arrepiente y se retira al campo. Allí conoce a Brígida Pierson, algo mayor que él, delicada, austera; se enamora y consigue enamorarla. Breve felicidad, pues en el corazón contaminado de él, incapaz de creer en la virtud y en el amor, surgen las dudas y las sospechas. Escruta desconfiado en el pasado de ella, se divierte suscitando sus celos, revelando sus tristes experiencias; y cada vez que sufre por su maldad, pide perdón y lo consigue de la mujer amada y destrozada. Después de una escena más penosa, vuelven a reconciliarse, pensando iniciar una nueva vida en lejanos países. Entretanto aparece un hombre, Smith, honrado y modesto, que ama a Brígida y logra ser amado por ella. Octavio lo intuye, la mujer no niega: los innumerables golpes lanzados por él han matado el amor; queda en ella el deber, por el que está siempre dispuesta a seguirle.
Mientras duerme, Octavio está a punto de matarla para que no sea de otro, pero la vista de un crucifijo sobre el pecho de ella le detiene. Ahora encuentra la fuerza de renunciar y deja que Brígida marche con Smith. Si Smith recuerda muy poco al doctor Págello y Brígida es muy distinta y mejor que George Sand, indudablemente muchos detalles (como el de la taza de té por la que el protagonista sospecha que la mujer ha bebido con otro) recuerdan la aventura veneciana, y Octavio no está lejos de De Musset, torturado por la duda, por el análisis. Pero el libro, que sólo en sentido muy amplio puede considerarse autobiográfico, sirve como documento espiritual de la juventud nacida durante la epopeya napoleónica y crecida lamentando la gloria, malgastando en el vicio las energías desocupadas. El tono ardientemente romántico no quita verosimilitud al documento, ni disminuye la poesía, la humanidad del drama íntimo de Octavio y Brígida.
V. Lugli
Musset es más hombre que artista y además mucho más hombre que poeta. (Flaubert)