Escritas entre 1774 y 1779, se reunieron en el volumen segundo de la Colección de obras en verso y prosa de V. Tomás de Yriarte, aparecido en Madrid en 1787. Son en número de once y van dirigidas a varios personajes, entre ellos a José Cadalso, bajo el pseudónimo de Dalmiro, a su hermano Domingo de Iriarte, etc.
La epístola I, dirigida a Cadalso «a la sazón que éste se hallaba en Montijo y envidiaba al autor la fortuna de vivir en Madrid entre literatos», no es más que una descripción crítica del estado de la literatura en la corte. En la II, dirigida también a Cadalso, Iriarte dedica a su amigo la traducción del Arte poética (v.) de Horacio, que tanto revuelo levantó en el mundo literario español del momento. El autor había pensado dedicarla, en un principio, a un magnate, después a un literato y, finalmente, al pueblo de Madrid, pero se decide por él «para que con Horacio, y aun conmigo, / juicioso te lamentes, o te rías / del buen gusto que reina en nuestros días». En la III contesta a un amigo que «instaba al autor a que sacase a luz algunas composiciones».
El tono es pesimista y decide que «el iónico partido y el más justo / es renunciar al literario gremio; / no escribir ya por ambición de premio, / no por gloria presente, ni futura, / sino por diversión, por mero gusto, / y evitando la pública censura». En la IV, con la que «dirige el autor algunas de sus poesías a un amigo que deseaba verlas», expone las razones por las que duda si el ser poeta es un bien o un mal. La V es una descripción de la Casa de la Academia de las Tres Nobles Artes y del Real Gabinete de Historia Natural. En la VI, dirigida a su hermano Domingo, describe el itinerario que éste ha de realizar por países extranjeros. En la VII describe la vida «semifilosófica» que lleva en la corte. La VIII va dirigida a Metastasio en «respuesta a las honrosas expresiones con que éste aprobó» el poema La Música (v.) del autor. En la IX, declara a una dama, que le había preguntado qué amigos tenía, que sólo contaba como a tales a Horacio, Haydn y Mengs. En la X narra a su amigo Porcio cómo su Musa le rompió el tintero. Y en la XI. en prosa y verso, reconviene a Cadalso por no haberle contestado su carta-dedicatoria de la versión de Horacio. Todas estas epístolas desarrolladas con un humor ramplón y a veces desagradable, carecen de una verdadera sensibilidad poética.