[Kónig Oswald]. Poema compuesto en alemán medieval, conservado únicamente en tardías refundiciones del siglo XV. El original, perdido para nosotros, probablemente se remonta a la época de Barbarroja (hacia 1170) y es la obra de un eclesiástico renano que supo mezclar hábilmente motivos religiosos con motivos fantásticos.
La base de la obra es la biografía del rey Osvaldo de Northumberland (635-642) escrita por el monje Reginald en 1165. Osvaldo, rey de Engelland, piadoso y fuerte, es advertido por un ángel de que Dios le ha destinado por mujer a la hija de un rey pagano de tierras de ultramar. El rey interroga al peregrino Warmunt, que ha viajado por muchos países y sabe muchas cosas, sobre quién pueda ser esta muchacha. Y el peregrino le revela que sólo puede tratarse de la bella Pamiges, hija del rey pagano Aaron. Por consejo del propio peregrino, toma entonces Osvaldo un cuervo amaestrado, al que Dios ha dotado del habla humana, le pone en la cabeza una corona de oro y bajo las alas una carta de amor y un anillo, y lo expide como mensajero nupcial. Vuelve el cuervo y le trae la alegre nueva del consentimiento de la princesa lejana.
El rey arma un ejército y parte hacia el país de la prometida, al que llega después de un año y doce semanas, y con ayuda del cuervo logra hacerse suya la princesa. A la vuelta, le alcanza la armada del rey Aaron, combate con los paganos y a todos los mata, pero luego los resucita para bautizarlos. Osvaldo regresa felizmente a Inglaterra con su esposa y da grandes fiestas nupciales, durante las cuales se le presenta el propio Redentor vestido de mendigo, pidiéndole la esposa y el reino. Osvaldo se despoja de todo, rogando al mendigo que le dé en cambio su manto. Entonces el Señor le devuelve la esposa y el reino, y lo exhorta a vivir castamente, porque al cabo de dos años él y la reina tendrán que morir. Ambos esposos se preparan para el tránsito y merecen así la gloria de los santos. Para que la fábula fuese más agradable al vulgo, el poeta la ha enriquecido, tomando ejemplo de los juglares, con detalles, rasgos cómicos y aventuras de todas clases. Hasta los personajes tienen a veces sentimientos menos nobles, dejándose guiar, como el peregrino Warmunt y el cuervo mensajero, por un desenfrenado deseo de comer y beber.
M. Pensa