[Dello occhiale). Obra crítica de Tommaso Stigliani (1573-1651), «escrita como respuesta al caballero Gio. Battista Marini» y publicada en 1627. Se trata del cuarto libro de una obra contra el famoso poeta. Aportando testimonios de algunos personajes que aseguraban haber conocido el Anteojo cuando todavía vivía Marino (1624), Stigliani presenta sus observaciones como un medio de proteger su propia reputación contra los ataques violentos del poeta de moda, y particularmente de los apuntes satíricos de la Galería (v.), de la Zampona (v.) y sobre todo de Adonis (v.). La crítica del Adonis es dividida — con la aguda visión del «anteojo», a la que nada escapa— en dos «censuras»: una desarrollada en capítulos de entonación retórica, y otra en cantos, con un examen más detallado de varios momentos de la obra. El Adonis es combatido por su falta de orden y de simetría: es una mole desarrollada farragosamente. Stigliano reprocha seguidamente, en los versos más merecedores de crítica, la imitación hecha por Marino de algunos autores de diverso género, con el único deseo de saquearlos y conciliarlos perversamente bajo su inspiración exuberante y lasciva. Repetidas veces hace notar el polemista que todo lo que hay de bueno en el Adonis deriva de su Cancionero (v.) y de su Nuevo Mundo (v.), ya que si Marino utilizaba incesantemente fuentes como Dante, Ariosto y Tasso, no sabía servirse de ellas con discreción.
Allí donde Stigliani imitaba a Virgilio, Marino roba directamente al competidor menos célebre. Siguen «Cuadros», bastante notables por el cuidado con que fueron redactados; consideran las palabras bajas y viles, así como las frases desagradables usadas en el Adonis, las palabras dialectales y extranjeras, el abuso de equívocos, los nombres inventados que llevan los personajes e incluso la ortografía y la puntuación. Pero Stigliani trataba de guiar la polémica de un modo extraño a la verdadera contribución al estudio del arte marinista, precisamente en cuanto tenía de más típicamente representativo. Marinistas encendidos acusaron a Stigliani de ignorancia y descaro, en particular Scipion Errico con su Anteojo empañado (1629) y Angélico Aprosio en numerosos escritos y, especialmente, (bajo el seudónimo de Scilio Glareano) en el Anteojo roto (1649), dieron prueba de cómo las discusiones literarias podían convertirse en una vana logomaquia ya que arrastraban las necesidades de un gusto nuevo entre inútiles diatribas de retóricos.
C. Cordié