[Confessioni e ricordi]. Volumen autobiográfico (1922) de Ferdinando Martini (1841-1928) en el que el autor acierta a captar, merced a un sutil tejido de recuerdos, el sabor de la Toscana granducal de Leopoldo II, ambiente agradable en que transcurrió su infancia y su adolescencia. Comienza presentando los humildes protagonistas de un ambiente patriarcal, donde las pasiones políticas se apagaban ante una reacción en pantuflas: la figura del viejo servidor de la casa, Tommaso Cogo, hombre de espíritu libre, y la de don Antonio, el sacerdote encargado de la educación del pequeño Fernando y que éste consigue que despidan. De la adolescencia surgen recuerdos de personas ilustres, como Muzzi, Giusti, Salvagnoli, Guadagnoli y, finalmente, Rossini, quien aconsejó al autor el estudio de la música. Se conmueve Martini recordando sus primeros pasos en el terreno de la poesía, cuando a los quince años recitó algunos versos en honor de la Ristori, durante una manifestación que pretendía ser política. El temperamento del escritor se desata contando con sabrosa malicia su entrada en el «gran mundo», en el que brilla toda la mezquindad de una Toscana verdaderamente «enana».
Son magníficas las páginas en que cuenta su ingreso en Palacio {Palacio Pitti, sede de Leopoldo), aquellas en que nos habla de las desventuras de los últimos periodistas del Gran Ducado. Pero el motivo dominante es el de las «chiquilladas» políticas, la última de las cuales, consistente en una divertida manifestación política durante una representación de la actriz Laura Bon, en el Teatro de la Pérgola, terminó en la cárcel de Santa Reparata. Se despide de los tiempos de adolescencia en el destierro de Monsummano, en la aristocrática villa de los Martini, donde Fernando toma la gran decisión de «ponerse a estudiar lo esencial». Pero otras pasiones vendrán a distraerlo; el Gran Duque muere en 27 de abril de 1859, año que Martini considera como heroico y que cierra su adolescencia. El ingenioso periodista, comediógrafo y político, toscano en el más hermoso sentido de la palabra, nos ofrece en este libro de memorias, no tan sólo una sabrosa reconstrucción de los buenos tiempos viejos de Toscana, sino también un documento de los más sugestivos de aquel período de infancia que sonríe con las pasiones robustas si bien sumergidas en un clima de ingenua mediocridad dorada. R. De Grada
Rara vez el sentido común y el buen gusto han tenido una manifestación tan sincera, completa y armónica como en Ferdinando Martini. (B. Croce)