[Kathleen ni Houlihan]. Drama en un acto del dramaturgo, poeta y narrador anglo irlandés William Butler Yeats (1865-1939), representado en Dublín en 1902. Místico e idealista, soñando en un arte que redimiese a las almas de la tristeza gris del industrialismo y del urbanismo, Yeats se inclinó a servirse de un teatro filosóficamente naturalista, lleno de vaga espiritualidad y rico en simbolismo. El argumento de esta Cathleen ni Houlihan se parece al de la Condesa Cathleen (v.): aquí no se trata de una condesa que vende su alma al diablo para rescatar las de sus súbditos que las han malvendido a cambio de pan, sino de una pobrecilla, símbolo de Irlanda pobre y descalza, que da vueltas pidiendo el sacrificio de sus hijos. Más que un drama es una alegoría política. La pobrecilla que, impulsada por el largo vagabundeo por el mundo, después de que sus verdes campos y su misma casa han sido invadidos por los extranjeros (estamos en 1798, en la época en que Irlanda, ayudada por los franceses, intentó la rebelión), entra en la quinta rústica de Pedro en Killala, mientras los franceses desembarcan en este puerto irlandés, y narra sus desventuras, sus amores, sus esperanzas de liberación y pide, no dinero, sino «alguien que se ofrezca a sí mismo», es Irlanda, azotada por siglos de sujeción y despojo, pero presta a acudir juvenilmente a la llamada de la libertad. Y Miguel, el hijo de Pedro, que espera en la casa paterna a Delia, su novia, a quien mañana llevará al altar, queda extático, y los trajes nupciales le caen de sus brazos: «¿De qué bodas me hablas, mamá? ¿Qué vestidos he de ponerme?» Entra Delia y con ella Patricio, el herma- nito de Miguel, y lanza los brazos al cuello de su novio para retenerlo; pero él se precipita afuera, persiguiendo la voz de la Pobrecilla. «¿Has visto — pregunta Pedro a Patricio— una vieja que bajaba por el sendero?» «No; en cambio he visto una joven, que subía como una reina». El éxito del drama fue enorme y un estremecimiento de entusiasmo se extendió por toda la isla. Pero, en realidad, la obra está demasiado ligada al momento en que nació.
G. Piou