Novela que, aparecida en 1926, representa con Sigfrido y el lemosín (v.) y Englantina (v.) una especie de trilogía política en el conjunto de la producción de Jean Giraudoux (1882-1944), y es también, de las tres, aquella en que los temas políticos, aun interpretados con fantástica libertad, se imponen más directamente. La fábula es sencilla, casi inconsistente, carente de verdaderos sucesos, insinuada, más que narrada, por medio de insistentes y fugaces alusiones: la historia del amor de Bella Rebendart por Felipe Dubardeau, obstaculizada por la antigua y tenaz enemistad entre las dos familias que viven respectiva mente en el centro de dos opuestas corrientes políticas.
Tema novelesco y poco nuevo, pero completamente dominado por la representación de los dos ambientes contrastantes, mejor aún, de los dos climas psicológicos, de las opuestas mentalidades que chocan con ocasión del amor de ambos jóvenes. Los dos hacen todo lo posible para superar las dificultades; pero el obstáculo está en ellos mismos: en sus menores actos, en los gestos más vulgares, en el tono de las frases más indiferentes, revelan y reconocen el signo de su profunda diversidad; más que del contraste entre dos mundos ideales se trata de la diferencia entre dos estilos de vida. Dos estilos que ellos mismos colaboran a crear y que extraen de su lucha interior un grado de consistencia y de perfección cada vez más fuertes. La obra es . verdaderamente vital en cuanto se refiere a dicho juego. Es menos acertada en sus tentativas de sátira política que le procuraron incluso un éxito de escándalo porque fue fácil adivinar que el autor había querido representar en los Dubardeau al grupo Poincaré y en los Rebendart a los Berthelot, sin esconder demasiado su antipatía por los primeros y su simpatía por estos últimos. Pero precisamente debido a la demasiada evidente ambición realista, por el esfuerzo de captar directamente la realidad cotidiana, Giraudoux en varias páginas de este libro parece haberse alejado de sus verdaderas posibilidades de artista: y la misma insólita nitidez con que son dibujados los personajes y el mayor rigor del estilo acusan la idea preconcebida. [Trad. dé G. y L. Gossé (Barcelona, 1949)].
M. Bonfantini