Con el título Aromas de leyenda, versos en loor de un santo ermitaño, publicó, en 1907, don Ramón del Valle Inclán (1869-1936) el primer libro de su trilogía Claves líricas. (Los otros dos son El pasajero (v.) y La pipa de Kif (v.). Se trata de una colección de catorce poemas, escritos en diversos metros, y escritos casi todos con una breve estrofa en gallego. Todos tienen como fondo común el aire milagrero y piadoso de un cuadro primitivo. En ellos, Valle Inclán pone un hermoso jalón a la poesía modernista española, de inspiración cercanamente rubeniana. La candidez, la inocencia, la leyenda ingenua y devota, los lirios inmaculados, los ruiseñores celestes, las campanas frágiles en la mañana azul, la santidad, el estremecimiento de las viejas cantigas, perfumadas de eternidad, etc., etc., son los ingredientes fundamentales de esta lírica, temblorosa, estremecida, salvada de la monotonía por su brevedad y por su aureola de prodigio.
Dentro del modernismo de Valle Inclán, Aromas de leyenda es un libro de profundo sentido pictórico y primitivista. Lo que se canta es casi siempre el fondo de una inicial miniada de libro medieval («Página de misal», se titula el poema X). Sobre esta base literaria, el libro incorpora una peculiar sensación de la Galicia natal del autor, ya en elementos de lengua y de paisaje, ya en la reelaboración de temas milagrosos de las Cantigas de la Virgen («Ave serafín», poema VIII, es el mejor ejemplo). También asoman vagas conjunciones de pecado y santidad («esponsal divino de la sangre y la carne, la Borona y el vino»). Alusiones a los menesteres rústicos (el molino, el pastoreo, el lino) aumentan el suave aire patriarcal de este libro, para el que Rubén Darío escribió, a modo de prólogo, el famoso «Este gran don Ramón de las barbas de chivo…».
A. Zamora Alonso