[Alcools]. Poesías del francés, de origen polaco, Guillaume Apollinaire (Wilhelm Apollinaris Kostrowitzky, 1880- 1918), publicadas en 1913. Como indica el mismo subtítulo — «1898-1913» — la recopilación precisa muy claramente los motivos polémicos de una posición de vanguardia y al mismo tiempo las posibilidades reales del artista. Partiendo de premisas teóricas íntimamente ligadas con experiencias pictóricas e incluso musicales, el poeta declara con su cubismo la necesidad de dar la sensación de los volúmenes y del espacio, superando el impresionismo con una consistencia evocadora más segura. Del mismo modo empiezan ya a acentuarse en sus tendencias programáticas las actitudes que más ampliamente quedarán comprendidas bajo el nombre de Surrealismo (v.). Lo que tiene valor de poesía, junto a manifestaciones conceptuales que parecían el desfogarse natural de tantas correrías eruditas y literarias, es un sentido genuino de la vida, un estremecimiento de alma, angustiada en su estupor del mundo y ante el pulso de las cosas. Más allá de la facilidad con que el poeta trata de disponer arquitectónicamente sus impresiones múltiples que llegan incluso a una parodia cerebral de los motivos futuristas, hay un colorismo vivo y flamante que transforma sus propias concepciones cubistas en descripciones netas y precisas, casi todavía de tipo parnasiano. La carencia de signos de puntuación, y otras innovaciones tipográficas con cursivas y titulillos marginales, dan al libro el tono de una confesión sincera, disfrazada con las últimas aportaciones de la vanguardia.
«Zona» [«Zone»], en una especie de composición asonantada, evoca desordenadamente la variedad de la vida y las imágenes que atraviesan el espíritu del artista con una palpitación de amor hacia las cosas; «El puente Mirabeau» [«Le pont Mirabeau» 1 y «Annie» son representaciones delicadas que tienden hacia el idilio, hacia la fantasía y evidentemente hacia algo que hace pensar aún en el simbolismo; «Los cólquicos» [«Les colchiques»] y «La casa de los muertos» [«La maison des morts»] indican con cuánto refinamiento y al mismo tiempo con cuánta entrega se puede anhelar la naturaleza y la misteriosa armonía de un cementerio. Donde Apollinaire asombra a quienes hacen demasiado caso de sus jactanciosas empresas de renovador de las formas poéticas es en ciertas estrofas moduladas, en las poesías tenues como epigramas dieciochescos, tales «El adiós» [«L’adieux»] u «Otoño» [«Automne»]: llenas .de susurros, de estremecimientos sutiles, de vaporosidad abiertamente romántica. La poética claramente cubista (v. Cubismo) en sus propósitos, se manifiesta con insistencia en la pintura minuciosa y aun alucinada de los objetos, casi tocándolos y palpándolos, como cuando el autor describe el paseo de una familia por la calle y trata de reproducir en un solo momento todos los aspectos sensibles de un objeto, o forma la visión de algunos marineros que danzan al sol y reviven en sí toda su existencia. Otras composiciones, proclamadas por la crítica militante como la muestra más característica del poeta, son unas canciones de tristeza, evocaciones varias de paisajes renanos y, sobre todo, el «Poema leído en la boda de André Salmón, el 13 de julio de 1909», «Poéme lu au mariage d’André Salmón le 13 juillet 1909»] donde la exactitud de los detalles y la busca de un efecto enteramente pictórico envuelven la celebración del amigo y compañero de arte en una voluntaria excentricidad. Mas, precisamente, el elemento intelectualista que impulsa a un juego bufonesco tantas visiones, explica que el artista pasase con la mayor desenvoltura del impresionismo a las nuevas polémicas futuristas y cubistas y a otros tantos programas, sin dejar de ser fiel a su alma nostálgica, llena incluso de tristezas y de renuncia a la vida.
C. Cordié