[À vau-l’eau], Novela del escritor francés de origen holandés, Joris- Karl Huysmans (1848-1907), publicada en 1882. Describe la vida monótona y aburrida de un dependiente de comercio, Juan Folantin: enfermizo, cansado de la vida, privado de padres y parientes en edad temprana, se reduce a vegetar, sin ilusiones. Cansado de todo, despide a su anciana sirvienta, y encarga al portero que le encienda la lumbre y le limpie su cuarto. Si alguna vez quiere rebelarse contra su desordenada vida, sin afectos y sin verdadera tranquilidad, vuelve en seguida a su aburrimiento, y se deja arrastrar por la corriente.
El deseo de un amor tierno de esposa le induce a renunciar a su egoísmo de solterón pero pronto se vuelve a apoderar de él el deseo de soledad. Cansado de las tabernas donde había intentado iniciar una nueva vida, manda que le traigan de una tienda los alimentos; su mayor interés parece el de poder curiosear por los puestos de libros de las orillas del Sena, y en los escaparates de los anticuarios. El encuentro con un antiguo compañero de taberna parece transportarle a un mundo nuevo, con la idea de una mesa en común y una sala de juegos, pero luego se aleja disgustado. Vuelve a su vida de solitario, y solamente le sonríe la idea de alegrar su cuarto con alguna estampa y algún cuadro. Pasan los años, y él cada vez se hunde más en su tétrica manía de hipocondríaco. Por último, quiere volver a la taberna. Y aquí una mujercita vivaz y alegre se sienta junto a él, manda que le sirvan, y finalmente logra que él le pague la comida. Después, de proposición en proposición, y no atreviéndose él a rebelarse por su timidez, se la lleva consigo, y aunque con un esfuerzo de desolada pasión, le da por un instante la ilusión de la juventud pasada. Mientras se aleja disgustado por su tranquilidad así trastornada, piensa que al fin y al cabo será mejor volver a un viejo tabernucho, como hacía en otros tiempos, pero sin cambiar ya de costumbres ni esperar nada de la vida; es necesario dejarse llevar de la corriente, porque los desgraciados, pobres y tristes, no pueden más que exponerse a lo peor si se ponen a buscar inútiles novedades.
Esta novela está constituida, más que nada por un retrato trazado con minuciosidad descriptiva; el singular protagonista está visto en sus particulares movimientos interiores, de manera que se hace, sin quererlo el autor, caricaturesco, por la continua insistencia de los pormenores; y demuestra que, lo mismo en su período naturalista, de que es documentado esta obra, como en el simbolista, o en el místico, este escritor tiende más a reproducir la atmósfera de un ambiente, que la verdadera vida de un personaje. Por esto, en medio de sus indecisiones y su escasa vivacidad artística, Juan Folantin puede recordarnos la actitud de Des Esseintes, (v.) de Al revés (v.), y Durtal (v.), de En camino (v.), de la Catedral (v.), y del Oblato (v.).
C. Cordié