[Les Grotesques]. Diez medallones literarios de Théophile Gautier (1811-1872), publicados en 1844. A excepción de uno, todos retratan a escritores más o menos pintorescos y extravagantes de la época preclásica: Théophile de Viau y Saint- Amant, líricos frescos y personales; Paul Scarron, el príncipe de los satíricos; el original Cyrano de Bergerac; el matamoros de las letras Georges de Scudéry; Jean Chapelain, el plúmbeo autor de La Pucelle (v. Juana de Arco), y el mediocre Guillaume Colletet: en suma, las víctimas de Boileau, las ya rehabilitadas y las de ningún modo rehabilitables. Y, como también la pedantería plúmbea y el ridículo tienen su parte pintoresca, Gautier acoge en la galería al padre Pierre de Saint-Louis, el insulso autor del poema La Magdalénéide, obra maestra del mal gusto, y al detestable lírico Scalion de Virbluneau, cuyas Loyales et pudicques amours (v.) remontan a 1599. Sin embargo, los primeros cuatro dan el tono y el significado a la colección, especialmente Théophile y Saint-Amant, a los que Gautier encuentra paralelos en la nueva poesía, con la reciente revolución romántica.
Sainte-Beuve, en el Cuadro histórico y crítico de la poesía francesa en el siglo XVI, había buscado una tradición al nuevo arte, acudiendo para ello a la Pléiade; Gautier encuentra a otros precursores en la abigarrada época de Luis XIII, que le inspirará también el Capitán Fracasse (v.). Recordando el romanticismo estetizante de Gautier, tal evocación parece natural. Sin embargo, el autor, en su grotesca y graciosa galería, está muy lejos de proponerse un fin crítico como el de Sainte- Beuve; tampoco ignora que a menudo Boileau tenía razón, y que era él — alrededor de 1660 — el renovador, el revolucionario. Antes de estos grotescos de primeros del siglo XVII hay uno del siglo XV, François Villon, presentado afectuosamente en un perfil que es ya un anuncio de su descubrimiento y revalorización, efectuada por eruditos y artistas en la segunda mitad del siglo XIX.
V. Lugli