Hiparco de Nicea (siglo II a. de C.) escribió una crítica del poema de Arato. Su obra, que lleva el mismo título de Fenómenos, es la única de este gran astrónomo que ha llegado hasta nosotros, aparte del Catálogo de las estrellas. En ella se expone el uso de medios técnicos perfeccionados, como la dioptra (el teodolito de la antigüedad), el instrumento meridiano, el paraláctico y el instrumento universal. El conocimiento de estos medios permitió a Hiparco hacer un catálogo de las estrellas, clasificadas por él en seis magnitudes (la magnitud se funda en el brillo aparente) según el sistema hoy todavía en vigor. De la comparación de sus observaciones con las registradas por Aristilo y Timocares en tiempos anteriores, Hiparco observó que la latitud de las estrellas no cambiaba, mientras que su longitud se había desplazado de un modo uniforme cerca de un grado y medio. Remontando a las causas de este desplazamiento, Hiparco pensó que todo el plano de la eclíptica había debido desplazarse girando alrededor del eje del Mundo en sentido contrario al del movimiento diurno. De este modo llegó a uno de los mayores descubrimientos de la astronomía antigua: el de la precesión de los equinoccios, por el cual el equinoccio de primavera — según Hiparco — se anticipaba anualmente 36 segundos de arco (nuestros modernos cálculos arrojan 50 segundos). De este modo quedaba descubierto el tercer movimiento que anima a nuestro planeta, por el cual, en el ciclo de veintisiete mil años, el eje de rotación terrestre describe un cono recto que tiene su vértice en el centro de la Tierra. Como investigación matemática, la obra de Hiparco revela un gran perfeccionamiento respecto a la Esférica de Autólico y a la de Teodosio. En esta obra se inicia la trigonometría propiamente dicha, tanto la plana como la esférica, que abre un nuevo capítulo a la matemática y ofrece a los astrónomos y a los geodésicos un poderoso medio para realizaciones hasta entonces no imaginadas.
A. Uccelli