[La tartana degli infiussi per Vanno 1756]. Es una especie de lunario crítico-satírico de Carlo Gozzi (1720-1806), que tomó su título precisamente de un antiguo y conocidísimo almanaque veneciano llamado también el Schieson. Fue mandado imprimir por el patricio veneciano Daniele Farsetti, fundador de la Academia dei Granelleschi, en 1756, con la indicación de París, en pocos ejemplares, que fueron regalados. Había de ser una «urbana crítica general de los usos y los abusos de nuestro tiempo», en forma que tenía un aire de Pulci y Burchiello. Pero sorprendió, especialmente, y produjo escándalo el ataque contra Chiari y Goldoni a los que Gozzi llamaba respectivamente «Saccheggio» y «Origínale», al paso que les contraponía a Truffaldino Sacchi. Goldoni replicó diciendo que El Barco «estaba lleno de versos rancios, desabridos», pero condimentados con la sal de la maledicencia, abundante en injurias, no en razonamientos, venganza de un fracasado contra su ingrata suerte.
Herido en lo vivo, Gozzi arreció con una nube de otros escritos (el más importante de los cuales es el inédito «Teatro cómico en la hostería del peregrino»). He aquí sus objeciones tantas veces repetidas. Goldoni había comenzado por imitar mal >la comedia improvisada, y por lo tanto había representado la sociedad burguesa; después países y personajes, lejanos. Finalmente el pueblo bajo, transcribiendo los diálogos recogidos por las calles. Añádanse su bárbara jerga hablada, su ofensa a la moral por haber representado un mundo lleno de bribones. Y finalmente la demagogia política con el amor por el populacho y su crónica antinobiliaria. Secundaban a Gozzi en la polémica otros socios de la cómicoseria Academia dei Granelleschi, literatos puros, que, como él, contraponían su ideal académico de estilistas y sus bromas a lo Burchiello, a las teorías y al realismo de los renovadores. La oposición era innata en el temperamento mismo de los dos escritores. A Gozzi, misántropo y espíritu de contradicción, no le agradaba la armonía acomodaticia del mundo goldoniano; amigo de lo singular, no le repugnaba el naturalismo; escritor de gusto refinado, pero que se había quedado por lo general en el limbo de las buenas intenciones y los fragmentos, no perdonaba a Goldoni su natural facilidad vigilada por la autocrítica. Esta célebre polémica quedó como símbolo de la reacción de la fantasía legendaria contra el realismo burgués.
E. Rho