[L’Art Romantique]. Título tradicional que reúne las páginas de crítica literaria de Charles Baudelaire (1821-1867), escritas de 1845 en adelante y publicadas por primera vez en un volumen, postumas, en la edición de las Obras, a cargo de Th. Gautier y de Ch. Asselineau. El título (afortunado aunque inadecuado), fue hallado por los editores: Baudelaire trataba por el contrario de recopilar su producción crítica bajo el nombre de «Curiosidades estéticas» (v.), las cuales habían de ir divididas en dos partes, «Arte» y «Literatura», subrayando así la estrecha unidad de principio y de estilo en sus indagaciones en los dos campos distintos. Aquí encontramos, en efecto, la misma admirable lucidez de pensamiento, la seguridad de los principios teóricos, la delicada sensibilidad y precisión en los juicios particulares, la amplitud en las referencias y el rigor de expresión, que forman el raro mérito de las Curiosidades y que sitúan a Baudelaire entre los máximos críticos de la literatura moderna.
El núcleo del libro está formado por las «Reflexiones sobre algunos contemporáneos» (Victor Hugo, Auguste Barbier, Marceline Desbordes-Valmore, Th. Gautier, Pétrus Borel, G. Le Vavasseur, Th. de Banville, Pierre Dupont, Leconte de Lisie, Hégisippe Moreau), rodeados por otros artículos ocasionales: sobre los relatos de Jean de la Falaise (el primer artículo en orden cronológico), sobre los Martyrs ridicules de Léon Ciadel, sobre los Miserables (v.) de Victor Hugo, sobre Ménard y la «Escuela pagana», sobre «Les drames et les romans honnétes» o sea la «escuela virtuosa y del sentido común», etc., así como un curioso escrito moralista, lleno de finura y de fino sabor, de 1846 («Conseils aux jeunes littérateurs») y una corta serie de verdaderos ensayos, de importancia capital, sobre Madame Bovary (v.), y también sobre Gautier y sobre Wagner. La crítica de Baudelaire, que puede llamarse filosófico-técnica, forma al mismo tiempo la exacta contraposición y el verdadero complemento de la crítica psicológico-moralista de Sainte-Beuve, y asume en la historia del pensamiento y en el cuadro de la civilización literaria del Ochocientos, un valor ciertamente no inferior a ella. Para Baudelaire la actividad poética es exquisitamente autónoma, una facultad del hombre que tiende a lo Bello, como la razón crítica tiende a lo Verdadero y la voluntad moral a lo Bueno. Reivindicada así la autonomía del arte, polemiza vivamente contra la tendencia de la filosofía idealista a identificar las diversas manifestaciones del espíritu, cuyos puntos de contacto en la práctica, sin embargo, reconoce. Pero la originalidad de la crítica baudelairiana consiste en que, mientras nunca reniega de estos principios de máxima, no los extrae de un verdadero y propio sistema filosófico (de cuya rigidez huye siempre) : los encuentra e ilustra de tarde en tarde con el análisis directo de las obras, una a una, relacionándose admirablemente con sus refinadas investigaciones técnicas y con sus preocupaciones sobre el valor absoluto de la forma.
Así los Yambos (v.) de Barbier le dan ocasión para mostrar las relaciones entre arte y moral; las poesías (v. Ramilletes y plegarias) de la Desbor- des-Valmore se prestan admirablemente a poner a la luz el papel del «sentimiento»; el importantísimo ensayo sobre Gautier le deja entrar en una verdadera lección de estética sobre el carácter distintivo de lo bello poético, en el curso del cual cita un pasaje suyo sacado de las Notas sobre Edgar Poe (v.) que se ha hecho célebre. Baudelaire no se confina por ello en una estética estrechamente intelectualista o en un árido clasicismo; así, frente a un rápido y agudísimo balance consuntivo de la poesía de Víctor Hugo, hay un artículo sobre Los miserables (v.) donde se evalúan sencillamente las razones morales de la obra; y a propósito del futuro gran maestro de los parnasianos, Leconte de Lisie, la aguda referencia a Renán; y otros momentos, en que Baudelaire no desdeña la poesía de Dupont con fondo social, reconoce las cualidades estilísticas de escritores como Le- roux y Proudhon y ofrece, en fin, a propósito de Madame Bovary, un espléndido ensayo de crítica psicológica. Siempre con un sentido vivísimo de la universalidad del arte, que hace comprender que, sin que se le pueda tachar nunca de incoherente, se encuentran en la crítica de Baudelaire los principios de la estética parnasiana, del simbolismo y del mismo surrealismo, por lo que con razón podrán llamarlo maestro un Mallarmé y un Valéry tanto como un Rimbaud. No debemos olvidar en este cuadro la finura del largo ensayo sobre crítica musical, ocasionado por las tentativas de aclimatar la obra de Wagner en Francia en 1860-61, que publicó incluso, aparte, con el título Richard Wagner et Tannháuser á Paris (1861).
En él encontramos un agudo examen de la psicología del público, un rápido boceto del carácter de Wagner y de su formación intelectual, una luminosa ilustración de la estética wagneriana y cuidadosas investigaciones sobre la naturaleza del arte musical en general, sobre Tannháuser (v.), sobre Lohengrin (v.) y sobre la música de Wagner en particular. Otros escritos de carácter crítico, publicados ya en revistas y periódicos, o que quedaron inéditos, fueron recogidos en dos ocasiones, en las Obras postumas de 1887 y de 1908, y suelen imprimirse hoy día junto con el Arte Romántico. Notables son entre éstos una fina crítica de los relatos de Cframpfleury, un curioso artículo sobre la «Biografía de los excéntricos», un amplio esquema para un ensayo sobre las Relaciones peligrosas (v.) y, sobre todo, un largo escrito de entonación satírica, riquísimo en anotaciones morales, sobre «L’Esprit et le Style de M. Villemain».
M. Bonfantini