Venancio Fortunato

Nació en tomo al 530 en una localidad que Paulo Diácono (Hist. Lang. II, 13) sitúa entre Ceneda y Treviso, y murió en Poitiers hacia el 600. Es el prin­cipal poeta latino del siglo VI. Su existencia puede ser dividida en tres períodos: el de su formación, el largo viaje a través de Eu­ropa, abundante en aventuras, y la perma­nencia definitiva en Poitiers. La primera de tales etapas tiene su centro en Rávena, don­de, según Paulo Diácono, Venancio Fortunato fue «nutrido y educado», llegó a poseer en poco tiempo notables conocimientos de gramática y retó­rica y alcanzó el dominio de la métrica que había de convertirle en uno de los poetas más refinados de su época. En aquella ciu­dad entabló amistad con Félix, posterior­mente obispo de Treviso (población a la que Venancio Fortunato califica afectuosamente de «mea»). De allí partió para el viaje mencionado, única alteración de su vida tranquila. Curado de una dolencia ocular gracias a la intercesión — según creía — de San Martín, quiso diri­girse a visitar su tumba, en Tours.

Empren­dió la marcha en 565, hacia los Alpes orien­tales, y pasó los ríos Po, Adigio, Brenta, Piave, Livenza, Tagliamento y — más allá de los montes — Drave, Inn y Danubio (todos estos detalles son ofrecidos por el mismo poeta en el prólogo de sus Poemas dirigido a Gregorio de Tours). Luego volvió hacia el oeste, y llegó a Maguncia, Colonia, Tréveris y Metz (aquí se hallaba en la primavera del 566). Estuvo después en Soissons y París, y, finalmente, alcanzó la meta, Tours, donde le acogió el obispo Eufranio y pudo cumplir el voto hecho al Santo que le había curado. Sin embargo, hallaría su segunda patria no en esta ciudad, sino en Poitiers. Llegado a ella en 567, viose dete­nido aquí por una delicada y singular amis­tad con dos mujeres: la que luego habría de ser Santa Radegunda (murió en 587), esposa de Clotario I y fundadora de un monasterio femenino, de la cual sería Venancio Fortunato el primer biógrafo (v. Vida de Santa Radegunda), y la hija adoptiva de aquélla, Inés. Gran parte de la producción poética del autor que nos ocupa, y en ciertos aspectos la mejor, es la vinculada a su relación espiritual con estas dos mujeres (v. Veocilla regis prodeunt, Pange lingua, Poemas).

A ellas está dedicada la Vida de San Martín (v.). El poeta no se movió ya de Poitiers; ordenado sacer­dote en una fecha no precisada, llegó allí a obispo hacia los últimos años de su exis­tencia (597?), concluida antes de que le fuese dado ver nuevamente la patria. En el ya mencionado prólogo dirigido a Gregorio de Tours, Venancio Fortunato describe de manera pinto­resca el ambiente en el cual debió de nacer parte de su obra poética, surgida en el curso de su famoso viaje: poesía compuesta a caballo o en estados de somnolencia, em­briaguez o desenfreno, por un nuevo Orfeo lírico que escribía sus versos en medio de los bosques sin un compañero que le ayu­dara o un crítico que se los corrigiera, entre pueblos para quienes el canto equivalía al croar de las ranas, y que ninguna distin­ción establecían entre las voces de la oca y del cisne. Ello, empero, no es sino una mera ficción literaria de marco romántico, por cuanto» si bien su lenguaje no carece de barbarismos, Venancio Fortunato resulta siempre el hom­bre educado en el estudio de los modelos clá­sicos, y de la latinidad de los mismos pre­tende ser escritor y custodio.

E. Franceschini