Nació el 21 de abril de 1488 en el castillo de Steckelberg, cerca de Fulda (Franconia), y murió en la isla de Ufenau, en el lago de Zurich, a fines de agosto de 1523. Huido del convento donde fuera acogido como alumno, dirigióse a Colonia y Erfurt para estudiar en las universidades respectivas, y se adhirió al grupo de los primeros humanistas alemanes. Su temperamento inquieto y aficionado a las novedades y aventuras llevóle, a partir de 1509, a una vida vagabunda de estudiante y lansquenete. Fue dos veces a Italia, y estuvo en Padua en 1513 (aquí contrajo una enfermedad que ya no habría de dejarle hasta la muerte, acaecida en edad no avanzada), Roma y Bolonia.
Vuelto a Alemania, participó activamente en las polémicas suscitadas por la actitud, conforme a las nuevas ideas, asumida por Reuchlin, alineóse junto al humanista alemán y colaboró en la compilación de las Epístolas de hombres oscuros, violenta acusación contra la mentalidad medieval imperante. Además, compuso cinco severos discursos contra el duque Ulrich von Württemberg, quien había hecho matar a su primo Hans; tales textos oratorios recuerdan las Filípicas de Demóstenes. En 1517 el emperador Maximiliano I le nombró caballero y coronó poeta. En 1519 unióse al movimiento luterano, en una adhesión provocada no tanto por una resuelta oposición al Papado — véase su libelo Vadiscus sive de Romana Trinitate (1519) — como por la consideración del luteranismo como medio para reformar la estructura del Imperio alemán, que manifestaba signos evidentes de decadencia.
Hutten pensaba en una entidad imperial regida por un emperador autoritario y con poderes que le permitieran verse libre de las ingerencias de los príncipes; una caballería renovada habría de constituir el apoyo del soberano. Este sueño político, sin embargo, resultó mera utopía, ya porque los caballeros en que confiaba H. se hallaban en una decadencia inexorable, o bien por la inhibición de Lutero. La acción emprendida por H. y Franz von Sickingen fracasó, y, tras la muerte de este último (1522), H. huyó a Suiza, donde, abandonado por Erasmo, pero bajo la protección de Ulrich Zwingli, halló refugio en la isla de Ufenau. Escribió diálogos en alemán y latín (v. Hermann). La concepción de la vida y el aspecto práctico de ésta constituyen en él una identidad; el mundo antiguo y el moderno dejan de aparecer divergentes: en su I. poesía «,Ich hab’s gewagt» revive el «alea jacta est» de César. Portaestandarte del espíritu renacentista alemán, hizo del humanismo una experiencia personal.
G. V. Amoretti