Nació el 5 de septiembre de 1568 en Stilo (Calabria) y murió en París el 22 de mayo de 1639. A los trece años viose atraído precozmente por la cultura y la elocuencia dominicanas.
Ingresado en la Orden, pudo efectuar, aun cuando entre disputas, extensas lecturas de filósofos, médicos, matemáticos, juristas, políticos, humanistas, poetas, retóricos antiguos y modernos, y teólogos cristianos, hebreos y árabes.
Con su prodigiosa memoria y su gran capacidad especulativa mezcló el racionalismo sensible y las experiencias naturales con las de carácter mágico, así como la energía picaresca con la inquietud faustiana. Patriota calabrés, en su juventud se consideró discípulo de B. Telesio, cuya polémica dirigida contra el sincretismo aristotélico- platónico-bíblico reanudó en nombre de una metafísica sensualista y racionalista que, en conjunción con elementos mágicos, pareció darle poderes teúrgicos y demiúrgicos.
Sin embargo, su fuga del convento y el viaje de Calabria a Nápoles valióle la primera detención por acusaciones de comercio demoníaco y racionalismo telesiano (Philosophia sensibus demonstrata, 1591). C. no se sometió a una leve condena y vagó por los conventos de Italia perseguido por el Santo Oficio, que en 1594 le hizo encarcelar en Roma; allí encontróse con Francesco Pucci y Giordano Bruno, y, al contrario de éstos, logró la absolución después de haber abjurado de las supuestas herejías.
El Dialogo político contro luterani, calvinisti ed altri eretici y la Poética (v.) le permitieron presentarse como defensor de la reforma católica y la monarquía pontificia, con lo que en 1596 alcanzó nuevamente la plena libertad, aunque ésta había de durar poco tiempo.
Descubierta en Calabria una conjuración contra la autoridad española y la corrompida jerarquía eclesiástica de la que el mismo C. fue centro y alentador según los principios expuesto^ en La ciudad del Sol (v.), pudo salvar la vida mediante algunas estratagemas, pero fue condenado a cadena perpetua. Llevado entre 1604 y 1608 a una cárcel mucho más dura, allí orientó sus antiguas ambiciones hacia una actitud de atleta de la Iglesia y del dogma católico tridentino (ésta es la autorizada tesis de Firpo, en contraste con la opinión tradicional, que consideraba el cambio como un nuevo expediente para alcanzar la libertad).
En tal postura, que inicióse en 1605, aparecen los temas de la reforma ortodoxa (modificación interna y gradual del catolicismo y de la Iglesia, conversión de infieles y herejes, triunfo católico cristiano, previa la reunificación de los adeptos del cristianismo). Aun cuando siguiera atacando a Aristóteles y defendiendo a Galileo (v. Apología de Galileo), emprendió C. en la terrible prisión el establecimiento de una nueva suma y un nuevo órgano católicos, en cuya nueva función admitió todas las antiguas experiencias.
Así, el materialismo sensualista y naturalista aparece sublimado en la correspondencia mística de la especulación trinitaria (v. Metafísica, Teología, Filosofía epilogística, etc.) y encuentra los acentos más vivos en el antropocentrismo de matiz neoplatónico. El autor critica la experiencia herética en El ateísmo vencido (v.) y opone la Monarquía del Mesías (v.) a los ideales de la Respublica christiana de los protestantes, en tanto anuncia la Propaganda Fide con la idea de la conversión de los salvajes recientemente descubiertos.
En el centro de todo ello queda la preeminencia política de la Iglesia y del Papa cual sumo poder moderador. El ideal político básico es la monarquía electiva, cuyo modelo resulta el principado eclesiástico, y su forma auspiciada la monarquía (pontificia) ecuménica; instrumento secular de ella fue primero la española (v. De la Monarquía de España y textos hasta 1608), y luego, tras el reinado de Felipe III, la francesa (textos de 1628-36).
En Francia terminó C. sus días, luego de haber alcanzado la libertad gracias a España y sufrido nuevas persecuciones. Exaltado sucesivamente por el sensualismo y el naturalismo como panteísta y preidealista, o bien por el mesianismo y el monarquismo católico en cuanto genio de la Contrarreforma, fue uno de los últimos «hombres nuevos» del Renacimiento italiano, de los que presenta las contradicciones, la gran influencia europea, el infortunio en su misma patria y el afán de renovación radical del pensamiento y de la sociedad.
D. Cantimori