Apologista y exégeta del siglo II, originario de Siria o Asiría (junto al Éufrates). Convirtióse en edad avanzada al cristianismo, y hacia los años 169 ó 170 era obispo de Antioquía. Eusebio y San Jerónimo hablan de una refutación suya de Marción y Hermógenes, de comentarios a los Proverbios y a los Evangelios,de un trabajo que presenta la concordancia entre estos últimos y de varias obras de catequesis. Posiblemente, algunos de sus textos se remontan al período anterior a la ascensión al episcopado; sin embargo, la mayor parte de su actividad literaria es posterior a aquélla.
Los tres libros Ad Auto- lycum— apología del cristianismo que dirigió al amigo pagano de este nombre y es la única obra del autor llegada hasta nosotros— son de diez años después (181 aproximadamente); comparados con las apologías de Taciano y Justino resultan mera refutación del paganismo y refundición catequística llevada a cabo sin orden ni originalidad por un autor que, percatándose de sus límites, quiere, no obstante, en cumplimiento de su misión de obispo, testimoniar la verdad mediante el resumen de lo que habían dicho otros, como si advirtiera hallarse al final — así era, en realidad — de un período de la apologética griega.
Destaca en tal obra, empero, una circunstancia importante: en los cómputos cronológicos con que el texto acaba aparece situado el nacimiento de Jesucristo a mediados del sexto milenio de la creación, y se prolonga, así, en otros tres siglos por lo menos, la existencia del Imperio romano, lo cual, como ocurre en otras obras contemporáneas, señala un franco alejamiento de las suposiciones escatológica salentadas por el milenarismo antiguo.
C. Falconi