Las numerosas tradiciones biográficas referentes a este dramaturgo indio, que vivió posiblemente en el curso de los siglos III ó IV d. de C., ofrecen un cuadro muy confuso y discordante. Basándose en la etimología de su nombre algunos arriesgaron la suposición según la cual habría pertenecido a la casta ínfima; sin embargo, la mayoría tiende a ver en él una figura hasta cierto punto vinculada a la vida cortesana.’ De acuerdo con una leyenda, se trata de un rey que, luego de haber practicado el Aśvamedha y colocado en el trono a su propio hijo en Vardhamāna o Śobhāvatí, entró en el fuego sagrado y murió a los cien años y diez días, edad que le había asegurado un brahmán mediante el sacrificio de su propia existencia.
Otra tradición, contenida en el Harṣacarita, habla de sus divergencias con Candraketu, príncipe de Cakora, de quien, según se dice, supo librarse con maquiavélicos procedimientos. Otras fuentes, en fin, le hacen ministro de Śātavāhana o Śālivāhana (del que recibió parte del reino, con la capital, Pratiṣṭhāna) y fundador de la dinastía de los Andhrabhṛtya a principios del siglo III. Su nombre se halla vinculado a uno de los mejores dramas de la literatura sánscrita: Mṛcchakaṭikā (v.). La obra en cuestión resulta muy animada y altamente dramática, sobre todo por el realismo con que aparecen descritas las costumbres de la época y son puestos a la luz los contrastes entre la tiranía vulgar de los dominadores y la diáfana superioridad intelectual de los sometidos. Además de este drama se atribuye a nuestro autor un «bhāṇa» titulado Padmaprābhṛtaka.
O. Botto