Nombre con el cual se designa al desconocido autor del famoso tratado griego De lo sublime (v.), impreso por primera vez (1554) por el humanista italiano F. Robortelli bajo el nombre de Dionisio Longino. En 1808, empero, el erudito de esta misma nacionalidad G. Amati descubrió un manuscrito vaticano atribuido a «Dionisio o Longino»; la misma particularidad ofrecía otro manuscrito de París. Tal Dionisio podría ser el célebre retórico natural de Halicarnaso que vivió en Roma durante la época de Augusto; sin embargo, sus ideas mezquinas, su aticismo y su aversión a Platón y Tucídides son tan diferentes de la admiración que el anónimo autor de De lo sublime demuestra hacia estos escritores que inducen a excluirle en la atribución del tratado. Compuso también textos retóricos Casio Longino, que vivió en el siglo III a. C., fue ministro de Zenobia, reina de Palmira, y compartió su trágica suerte; no obstante, este retórico neoplatóriico no posee la despreocupación crítica ni el entusiasmo respecto a la poesía que ofrece el tratado en cuestión, exalta a escritores considerados en éste, y, en cambio, critica con pedantería a Tucídides y Platón, por todo lo cual no puede suponérsele autor del mismo.
Algunos filólogos modernos pensaron en Plutarco: se trata, empero, de una hipótesis poco afortunada por cuanto éste no conocía tan ampliamente la literatura latina. En la actualidad se ha demostrado con certeza que De lo sublime pertenece al siglo I d. de C. : habla de la paz universal garantizada por el Imperio, lamenta la libertad perdida, y se opone a un tratado análogo del retórico aticista Cecilio de Ca- lacte (amigo de Dionisio de Halicarnaso); no es de extrañar la presencia en el texto que nos ocupa de algunos versículos de la Biblia, dadas la difusión de los judíos por los territorios romanos y las traducciones griegas de las obras hebreas, últimamente G. C. Richards ha pretendido identificar al autor de De lo sublime con cierto Gneo Pompeyo, retórico griego que vivió en Roma y fue amigo de Dionisio; teniendo en cuenta la Carta a Pompeyo que ha llegado hasta nosotros y en la cual Dionisio responde a las protestas de su colega, quien defendía a Platón, Richards creyó que el destinatario de la epístola, tanto por la afinidad de las ideas sostenidas como por su estilo, podría ser el autor del tratado en cuestión. Anteriormente, Rostagni había propuesto la atribución de éste al retórico Hermágoras. El estado actual de los estudios sólo permite excluir a Longino; de ahí las designaciones negativas de seudo-Longino o, simplemente, «Anónimo» que se dan al desconocido autor.
V. E. Alfieri