San Cirilo de Alejandría

Nació en tor­no a 370 en Alejandría, donde Murió el 27 de junio del 444. Poseyó una completa formación, debida posiblemente a los cuidados de un tío suyo, junto al cual vivió, el in­trigante e inflexible Teófilo, patriarca de la ciudad, que depuso a Juan Crisóstomo en el sínodo ad Quercus o de la Encina (403).

Tras ingresar en la vida religiosa y, proba­blemente, como monje seguidor de San Isi­doro de Pelusio, C. acompañó a su tío a la citada asamblea, y en 412 sucedióle en la cátedra de San Marcos. Fiel a su memoria, no admitió el nombre de Juan Crisóstomo en los dípticos hasta el 417, fecha en que lo inscribe en señal de retractación y sumi­sión a Roma.

Durante los primeros años de su episcopado brotaron frecuentes agitacio­nes y tumultos; y aun cuando C. no tuvo participación alguna en la muerte de Hi­padas (415), los monjes y parabolanos se manifestaron violentamente en favor de éste y contra el prefecto Orestes. Inflexible defensor del patriarcado, enfrentóse con los novacianos y judíos.

No obstante, su intenso fervor polémico y teológico, gracias al cual se convirtió en el doctor de la Encarnación, manifestóse en la controversia nestoriana. Apenas negado por Nestorio a María el título de «Theotokos», C. en 429 planteó la batalla.

Después de haber dirigido una ho­milía cristológica a sus fieles y tres exposi­ciones de fe antinestoriana al emperador Teodosio II, a la emperatriz Eudoxia y a las princesas Arcadia, Marina y Pulquería, así como otras tantas cartas a Nestorio, en 430 se puso en contacto con el papa Celestino I, quien le encargó transmitir al heresiarca y hacerle cumplir la sentencia condenatoria pronunciada por el sínodo de Roma.

Sin embargo, C. quiso enviar también a Nesto­rio un sumario de la doctrina ortodoxa y sometió a su firma los célebres doce anate­mas, expresados en la terminología alejan­drina, que los teólogos antioqueños, habi­tuados a un lenguaje distinto, no podían dejar de considerar apolinarista.

La reac­ción fue violenta y Nestorio arrancó al emperador la promesa de convocar un con­cilio ecuménico en Éfeso para la Pascua de Pentecostés de 431 (7 de junio). El Papa consintió en ello, dio instrucciones a C. y envió además a tres legados para que actua­ran con él. No obstante, en la fecha seña­lada no habían llegado aún éstos; y así, puesto que Juan de Antioquía también era partidario de abrir el concilio, tras otras dos semanas de espera, C. lo inauguró.

Dividida la asamblea, se inició la lucha entre los dos bandos, que se anatematizaban mutuamen­te. El emperador suspendió las sesiones, pero, no obstante, los debates continuaron, secundados con lealtad por C., quien se avino a modificar la terminología adoptada y logró, de esta manera, llegar a un acuerdo con Juan de Antioquía (433) mediante un «símbolo de la unión».

Así, toda la Iglesia e incluso la corte, al principio tan favora­bles a Nestorio, que incluso retuvo a C. en la cárcel durante algunos meses (431), aceptaron la ortodoxia. A partir de enton­ces, el patriarca de Alejandría asumió una conducta moderada y de equilibrio, a pesar de los ataques de los bandos opuestos, el nestoriano y el monofisita. Además de regir su patriarcado con vigoroso tesón, C. resultó un escritor fecundísimo (cfr. las Obras en Migne, Patrol, Graeca, 68-77).

Comentó a Isaías, los doce profetas menores y los Evangelios, excepto el de San Marcos; en el curso de tal labor atenuó con tendencia realista el alegorismo alejandrino. Dejó también los diecisiete libros de De adoratione in spiritu et veritate, y los trece de los Glafiros o Figuras cinceladas (v. Escri­tos exegéticos).

Sin embargo, la parte más extensa y justamente celebrada de su ac­tividad como escritor abarca temas polémi­cos y apologéticos. Antes de la lucha que le enfrentó a Nestorio había compuesto, contra los arríanos, el Thesaurus y el De Trinitate ad Hermiam; luego en 433 halló todavía la energía suficiente para escribir los treinta libros de Contra Julianum, o Ad­ver sus libros Juliani athei.

Conservamos además dos series de Homilías, el Epistola­rio (v.), en general referente a la controver­sia nestoriana, y numerosos tratados y apo­logías acerca del mismo tema, entre ellos los cinco libros de Contra Nestorium. En-el conjunto de sus obras no faltan textos du­dosos o espurios. Como teólogo, C. ocupóse casi exclusivamente de la Trinidad y la Encarnación.

Sin embargo, la circunstancia de que los monofísitas se aprovecharan pos­teriormente de su lenguaje, a veces no muy preciso, y se parapetaran en su nombre, hizo menguar la autoridad del patriarca en la Iglesia bizantina, y ello tanto más cuanto que, en relación con el Espíritu Santo, sostuvo también su procedencia del Padre y del Hijo, lo cual, después de Focio, no po­día aceptarse con agrado en Bizancio. Por el contrario, Roma le canonizó, y en 1883 León XIII proclamóle Doctor de la Iglesia universal.

M. De Benedetti