(Giovanni Lotario Segni). Nació en torno a 1160 en Gavignano. cerca de Segni, y murió en Perugia el 16 de julio de 1216. Hijo de una familia noble, recibió la mejor instrucción posible en sus tiempos, y frecuentó dos grandes centros culturales de la época: París, donde completó su formación literaria y obtuvo una sólida preparación teológica, y Bolonia, ciudad en la cual estudió Derecho. Ello resultó de una importancia capital en la ideología del futuro pontífice: en la última de ambas localidades, en la escuela de Uguccione de Pisa, adquirió la robusta y precisa mentalidad jurídica que luego habría de constituir su característica más relevante y asimiló algunos conceptos fundamentales en los cuales inspiraría su actuación papal, en particular los referentes a la superioridad del poder espiritual y a las relaciones de éste con el civil.
Terminados los estudios pasó a formar parte de la curia romana probablemente antes de 1185. En 1190 era nombrado cardenal por Clemente III; durante los ocho años siguientes desarrolló una labor esencialmente jurídica. Sin embargo, las misiones de orden práctico no le llevaron al abandono del estudio. En este período aparecieron los opúsculos de carácter ascético y teológico, entre los que destaca Del menosprecio del mundo (v.). A la muerte de Celestino III, el 8 de enero de 1198, fue elegido papa. Empiezan entonces dieciocho años de pontificado llenos de una intensa actividad atestiguada por el Registro de la cancillería papal, donde figura un gran número de documentos de I. Los objetivos por él perseguidos incesantemente eran la cruzada y la reforma de la Iglesia. A la actuación del pontífice en favor del primero se debe en buena parte la cuarta cruzada, que se inició en 1202; pero desvióse hacia Constantinopla y no llevó a cabo la liberación de los Santos Lugares.
Al otro gran objetivo, el de la elevación moral del clero y del pueblo, se halla vinculada la lucha contra los herejes, que L llevó a cabo con intenso vigor, singularmente respecto de los cátaros y valdenses del sur de Francia, en la «cruzada de los albigenses» (1209- 1212); ésta, sin embargo, no logró acabar con la herejía en cuestión, y constituyó la página menos bella del pontificado que nos ocupa, sobre todo por la ambición y la violencia de los señores’ franceses del Norte, alistados bajo la bandera papal. En su lucha contra este movimiento herético el pontífice valióse también de la naciente Orden de los dominicos, en la cual se daba un nuevo tipo de predicación y de vida apostólica. En 1206 y 1210 dio I., respectivamente, una primera aprobación a la institución mencionada y a la de los franciscanos, que empezaron a actuar bajo su pontificado, una de cuyas aportaciones más positivas fue precisamente la comprensión de las posibilidades inherentes a estas nuevas órdenes, más adaptadas que otras a las exigencias de la época.
En cuanto a las relaciones con los poderes civiles, I. sirvióse plenamente de las prerrogativas tradicionales del pontífice frente al Imperio en la célebre «Deliberatio» del 5 de enero de 1201, mediante la cual decidió la elección para la corona imperial en favor de Otón de Brunswick. Otros acontecimientos notables del pontificado en cuestión fueron la reconquista del patrimonio de San Pedro, la ocupación de buena parte de la Italia central (desde 1198), y la infeudación de Inglaterra e Irlanda a la sede apostólica (1213), paso importante hacia la realización de un proyecto acariciado por I.: una comunidad de naciones cristianas con el papado como centro coordinador. Los dos objetivos de toda la obra de I., la Cruzada y la reforma de la Iglesia, alentaron también el acto final de su gobierno: el cuarto concilio lateranense, inaugurado el 1. ° de noviembre de 1215. Víctima de las fiebres, murió en el pleno vigor de la edad, tras un pontificado abundante en acontecimientos y en reformas pertinentes, en el que I. dio pruebas de una firmeza y una perseverancia extraordinarias.
P. Zerbi