Nació en 1018 en Rad- kan, cerca de Tus, en Korasán; murió asesinado en 1092. Después de haber desempeñado en Ghazna un empleo en la administración estatal, entró al servicio de los Seleúcidas, primero en Balkn y después en Marv, en el momento del formidable empuje de aquella dinastía turca. Alrededor de 1056 fue nombrado visir de Alp Arslán, príncipe que regía el Korasán, y entonces presumiblemente recibió el título honorífico, que tanto le conviene, de Nizám al- Mulk («Orden del Reino»). De nuevo visir, después que Alp Arslán subió al trono, es difícil determinar cuál de los dos, si el soberano o el ministro, fue la mente directora de la política del Estado, encaminada principalmente a utilizar las fuerzas nuevas de las tribus turcas que se extendían por el Asia Central, por el Adzerbeidján caucásico y por Anatolia. A la muerte de Alp Arslán, Nizàm se convirtió en el verdadero dueño del imperio como visir y tutor («atabeg») del sucesor Malikshàh, de dieciocho años.
Resuelto y despiadado en la defensa del poder, dejó a otros el cuidado de dirigir campañas y expediciones militares. Bajo su gobierno, los Seléucidas conquistaron Jerusalén (1076): acontecimiento que dio origen al nacimiento del movimiento de las Cruzadas. Nizàm se dedicó especialmente a regular las leyes del Estado; entre sus principales innovaciones figura la constitución de beneficios territoriales para los soldados, de modo que se procurara la estabilización de las inquietas tribus turcas. Garantizó la seguridad de los caminos y promovió el bienestar económico. Protegió a los estudiosos, entre otros al célebre teólogo Algacel (v.), y fundó numerosas escuelas superiores («medrese»), una de las cuales, muy famosa en Bagdad, llevó su nombre. En el último decenio de su vida, el poder de Nizàm fue dificultado por los esfuerzos de Malikshàh para sustraerse a su tutela, y más tarde por las conjuraciones de un favorito del sultán. El saqueo de Basora por obra de los cármatas en 1090 y el establecimiento simultáneo de la secta de los Asesinos en Alámut, fueron hechos que quebrantaron su prestigio.
En 1092, era muerto Nizàm cuando regresaba desde Bagdad a la capital, Isfahan, a manos de un individuo vestido de derviche, quizás emisario de los Asesinos, o sicario del ambiente hostil de la corte. Nizàm es considerado como el representante de la cultura superior persa, que asumió el papel de organizador de las fuerzas bárbaras de los invasores turcos en un imperio grande y ordenado, dándose cuenta de la dificultad de adaptar estos elementos a las exigencias de un organismo estatal evolucionado: dificultades que fueron causa del rápido declive del Imperio seléucida a la muerte del gran ministro. El famoso tratado ético-político Siyaset Name (v.), terminado el mismo año de su muerte, constituye su testamento político, conclusión de la experiencia adqurida en la larga actividad dedicada a asegurar solidez y bienestar al país que gobernó.
A. Bombaci